Y yo con estas barbas

Relatos sobre mis experiencias y expectativas como padre novato


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La chica del parque

parque infantil

-«¿…Qué edad tiene, ella…?»-

Esas fueron las primeras palabras que me lanzaste. Típico arranque de conversación de parque. De hecho, no conozco soplete encendido más sencillo y eficaz para derretir ese estúpido disfraz de hielo con que nos embutimos a veces los adultos en sociedad. Dos niñas que se juntan, y por tanto, dos padres (progenitores de albero, de los que pisan la arena, y no de graderío, de los que calientan banco comiendo pipas…) destinados a la inevitable interacción.

-«Pues cuatro años, acaba de hacer hace poco…»- Te respondí.

-«Anda… Igual que la mía. Pero esta tiene tres…»- Me respondiste tú.

Apenas una frase… Ya está. Hielo roto. Y suena la campana del primer asalto. A partir de ahí te empezaste a abrir cuando entraste con el juego de pies, esa ágil danza que solamente saben bailar los más finos púgiles y con la que te hipnotizan, a la vez que empiezan a marcarte con directos al rostro y al hígado sin verlos venir. No es algo a lo que esté muy acostumbrado, así que me pillaste con la guardia claramente baja…

-«¿Y cuándo se pasa esto…?»- Me preguntas. Y yo no acierto a reaccionar de primeras. Igual mi cara de extrañeza de falso actor me delata, y me lo aclaras… -«Lo de no hacerte caso, y eso… ¿Les dura mucho? Porque yo no puedo con ella… Ya no sé qué hacer. Estoy desesperada…»-

¡Vaya…! Esta no me la esperaba. No es lo primero que uno espera oír al entablar una conversación con un desconocido, la verdad. Pero, ¡hey…! Estando entre críos he aprendido que todo es posible. Intento quitarle hierro al asunto, bromeando con lo típico de que «…depende, pero que según mi opinión, me temo que a muchos les dura toda la vida, jajaja…» Y que «…la mía hace un rato no quería salir de casa, y últimamente tiene el NO por bandera.» 

Pero no hay atisbo de risa en tu rostro; mi estúpido comentario se precipita pues, en picado hacia el fango. Una mirada un poco más atenta, me revela una cara seria… Franca, directa. Compungida. ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué me estoy perdiendo…? Cuando el siguiente directo vuela de nuevo hacia mi mandíbula desnuda, dándome dos tazones de caldo: -«Es muy duro… Estoy divorciada. Y es que sola es muy difícil… No me hace caso; me ignora todo el rato…»-

¡Woooooooww…! Esto sí que es un panorama inédito frente a mí. Una situación frente a la que me encuentro francamente desarmado y desubicado, y en la que pese a todo, me sorprendo no tratando de hacer el avestruz, cayendo a la lona a las primeras de cambio para besar el suelo, como si estuviera pidiéndole la hora al árbitro para salir por piernas de allí cuanto antes. Porque en tanta sinceridad por segundo, sin embargo, no percibo un intento de oscura encerrona de telepredicador vendebiblias, sino más bien, el deseo sincero de quien necesita un asidero, un amarre, un flotador salvavidas al que agarrarse, efectivamente, casi con desesperación… El anhelo que ves asomar en todo aquel que no tiene nada que perder, y que por tanto por intentarlo que no sea.

Me vas contando, y te voy respondiendo, saliendo más o menos como puedo de la esquina en que metafóricamente me he colocado, y descubriendo la película… Divorciada. ¿Sin curro?, pero pendiente de uno en ciernes al que quieres aferrarte, en turno de noche, que suena a gloria y sobre el que proyectas, ahora sí, cierta ilusión… No está el horno para bollos.

Te pregunto cosas, intentando siempre ir cauto por la orilla máxima del respeto, porque no te conozco de nada, y a lo mejor no lo parece, pero me voy cargando de plomo poco a poco las zapatillas. Apenas un par de amigas te quedan después de que el duro proceso haya arrasado con todo, y un único sostén en tu vida: tu madre; tu verdadero salvavidas, que hace lo que puede y más, pese a los dos trabajos que lleva encima para poder salir con todo adelante. En una ciudad nueva para ti, por lo que me pareció entender. Especialistas y situaciones por las que has ido pasando: psicólogos, terapia infantil… Nada parece funcionar. Y no te haces con la niña. Y la cuesta que cada vez es más y más empinada.

Y yo miro a tu hija, y veo a una niña normal… Con un nombre precioso, por cierto. Y te miro, miro tus ojos, y ¡guau…! ¡Es cierto…! Eres una chica joven, atractiva… Pero noto tu rostro apagado. Estás de parques con tu hija en un mediodía soleado y en tu mirada entrecerrada se percibe de todo menos alegría. -«…O quizás te hundes más…»– Me replicaste a algún intento de acercar algún tipo de lado positivo a todo el tema. Como si hasta tu voz se fuera apagando poco a poco, palideciendo ligeramente a lo largo de la conversación desde que me lanzaste la primera frase.

Me das las gracias, y tratas de hacer que tu pequeña te siga, que ya es hora de marcharse. Veo que sí, que lo tuyo te cuesta. Y yo me quedo frío. Frío de cojones… Como un pasmarote. No sé qué ha pasado, realmente. Y aunque no sé definir lo que he visto (agotamiento, desaliento, angustia, ¿depresión quizás?), es descorazonador saber que alguien anda por esos caminos. Pero sí sé lo que siento, y siento que a lo mejor podía haber hecho más. Ahí se marcha, una chica, una mujer, una madre, con su pesada mochila de problemas a cuestas.

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«Y de repente, no noto el alivio del que se libra de una molestia; más bien es todo lo contrario…»

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Siento más bien la desazón del que como alma gemela (y los que somos padres somos en cierta forma, almas gemelas, porque a todos nos une ese pequeño cordón vital que son nuestros hijos), comprende lo que te pasa, y siente la necesidad de hacer algo, siquiera un mínimo intento o amago, de aliviar una pizca del pesar de esa persona de alguna manera. Empatía, creo que lo llaman en mi barrio a eso.

Corro al carrito de mi bebé, saco de mi bolso una de las tarjetas del blog, que tengo (pura casualidad, lo juro…), y me lanzo detrás tuya, antes de que te me pierdas a lo lejos. No sé si me estoy pasando tres pueblos, o metiéndome donde no me llaman, pero aplico tu misma filosofía… «No pierdo nada intentándolo». Te la ofrezco, y te cuento mi historia. Que escribo en un blog, sobre paternidad. Y no sé si te informas o no habitualmente por Internet, pero te digo que conozco alguna gente, algunos sitios por los que, no sé cómo, pero si te quieres asomar, tal vez, quizás tal vez, puedan servirte de ayuda… Que conozco algunos videoblogs y canales de YouTube fantásticos, como el de Alberto Soler. Como el de Miriam Tirado. Que hablan de estos problemas: sobre rabietas, sobre fases y etapas de desarrollo, sobre gestión de problemas en la crianza…

Me hubiera gustado hablarte de la maravillosa comunidad que es Madresfera, la comunidad de blogs más grande e importante sobre temática de crianza y familia en castellano, repleta de información útil, y que es una puerta abierta que podría llevarte a un millón de puertas más. Y de su fantástico podcast, en el que comparten mil y una situaciones cotidianas en las que a lo mejor puedes llegar a verte reflejada en un momento dado, y nos dan a conocer ya sean tanto sitios increíbles, como Edurespeta, o profesionales, como las chicas de Bliss. Me hubiera encantado contarte sobre la gente de Asociación Española de Madres Separadas, en la que pongo la mano en el fuego, podrías encontrar una tribu digital que te ayudara en cierta manera a no sentirte quizás con ese peso del mundo tan asfixiante sobre tu cabeza. Y sobre tantas y tantas cosas que ahora mismo ni se me vienen a la cabeza…

Te ofrecí mi correo, para hablar, si querías. Te ofrecí mi pequeño sitio para que te asomaras por él cuando quisieras.

-«Muchas gracias, ¿eh…? De verdad… Por cierto, me llamo…»- Y después de todo, parece que tu voz vuelve a resonar un poco más alta y confiada. Buena manera de irse ya cada uno por su lado.

Quizás todo aquello fue un error. Quizás las buenas intenciones ya no te sirvan. Quizás simplemente buscabas un rato de desahogo frente a un desconocido; sentirte escuchada, y nada más; tratar de conectar con alguien, por poco tiempo que fuera. Quizás necesitabas respuestas, o un remedio mágico que no supe recetarte. Me diste las gracias, pero no sé si por quedar bien o porque realmente aquello sirvió de algo. Y desearía que fuera esto último. Pero los padres debemos ayudarnos entre nosotros. ¡La gente, qué carajo…! Debemos ayudarnos entre nosotros. En lo que podamos y sepamos. Es un precepto de ética básica que querría aplicar en la educación de mis hijos, y no conozco nada mejor que predicar con el ejemplo.

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«Si ves a alguien con problemas, intenta no pasar de largo. Quizás un simple detalle ya merezca la pena.»

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Y en un instante llegué a la conclusión de que nada sobre lo que he estado escribiendo o haciendo por aquí durante estos años desde que me uní a este mundo blogger de la paternidad, tendría sentido si no hubiera sido capaz al menos de hacer este simple gesto por ti; que no es ni más ni menos que lo poquito que está en mi mano, dadas las circunstancias.

No sé qué será de esta historia, finalmente. Seguramente se quede anclada en estas pocas letras, y nada más. No sé si tiraste la tarjeta del tonto este en la primera papelera que encontraste al doblar la esquina, o si por el contrario te animarás, cogerás esa tarjeta del fondo del bolsillo y te asomarás por aquí el día menos pensado. No sé si en algún momento llegarás a leer esto y harás clic sobre alguno de esos nombres que acabo de escribirte. No sé si seguramente fui pretencioso, o si volveré a saber de ti. Pero cualquiera de estas cosas estaría bien, si con ello encuentras el sendero que te lleve a recobrar el ánimo y la felicidad que a todos nos corresponde y que todos nos merecemos.

Cuídate mucho, chica del parque. Remontarás. No lo dudes.

Nos vemos por ahí.


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La paternidad… era esto

Antes de ser padre, tienes muchas ideas en la cabeza sobre lo que significará ese nuevo paso de tu vida. O quizás no, ¡qué carajo! De hecho, no tienes ninguna y precisamente por eso te lanzas también a ese vacío, de cabeza, sin frenos ni casco y a pecho torero descubierto. Porque en la ignorancia siempre se ha vivido que te cagas.

Quizás eres ya uno de esos que ya vienes algo avisado… Un enteraíllo. Uno de esos que ha estado revoloteando y picoteando el tema más o menos de cerca… Un cuñao, el tío enrollao, por ejemplo Y ya vas un poco enfilado, porque alguna oreja de lobo has visto asomar por ahí de vez en cuando en este tiempo, y ya sabes que, por muy mono que parezca un pañal de bebé lleno de dibujitos, ya sabes que ahí debajo lo que hay es mierda… O eso al menos has captado en susurros de pasillo que suenan por ahí por lo bajini, si has puesto la antena en el lugar y el momento oportunos… Ya me entiendes.

Pero déjame que te diga algo. Voy a hacerte el regalo de tu vida. Voy a redescubrirte la rueda, y voy a contarte de qué va en realidad todo esto de ser padre. El mundo real, vaya. En un esquema básico. Sencillo. Masticado. Sin trampa ni cartón. Cristalino, como la vida misma. Sin trampa ni cartón. Déjate de filosofías, déjate de manuales best-sellers (que están muy bien, de acuerdo…), y déjate de inventos y olvídate de cuentos chinos de Disney. Lo vas a pillar enseguida, amigo.

Después de años de comeduras de tarro, resulta que la paternidad, se reduce a estas tres sencillas premisas:

#1Pantalones de una niña cualquiera

Dinero. Esfuerzo. Ilusiones. Esperanzas. Seguridad. Tiempo. Fuerzas. Ganas. Voluntad. Inercia. Sacrificio. Amor. Anhelo. Futuro. Todos estos elementos depositados y representados en la figura sencilla de unos pantalones. Esos pantalones te han costado todo eso. Hay algo de todo eso de ti, en ellos. Y día a día, son el reflejo vivo de esa inversión; son el reflejo del trabajo y el alma que le pones a la tarea de ser padre.

Pero todo eso se va gastando… Se desgasta. Y un día, se rompen. ¿Y a la mierda pantalones….?

#2Parcheando pantalones DIY

Tirarlos es la vía fácil. Y en la paternidad no hay vías fáciles. Así que a veces no es una opción. Necesitas repararlos. Solucionar los problemas. ¿Qué hacer? Aplicas imaginación y tiras de inventiva, de recursos, de tu magia de adulto apañado y resolutivo. Das con una solución buena, bonita, barata, creativa, ilusionante, eficaz, DIY, y que te sirve para YA, porque… no hay más pantalones. Así que… Un parche. Una solución. Enhorabuena, campeón. Disfruta de tu medallita…

#3Pantalones DIY destrozados

…Porque una única miserable tarde será todo lo más que puedas lucirla en la solapa. Un miserable rato de parque, de rebozarse, revolcarse y rozarse, y la cruda paternidad te vuelve a poner de nuevo en tu lindo sitio, de una linda patada cariñosa en el trasero.

Y vuelta a empezar. Toca levantarse de nuevo tras la caída. Por ellos. Y es así.

Ya está. Todo se resume en esto, mai frend. Mañana, será otro día… Y mañana habrá que tirar de otro parche diferente. Pero eso será, claro está… mañana. No vayamos a fliparla. 

¡Ah…! Se me olvidaba. A todo esto, y entre tanta tontería de adultos, resulta que olvidé un pequeño detalle… Simplemente, que la pequeña que se calzó esos pantalones por primera vez, los habrá llevado puestos la mar de feliz. Los rompió por primera vez, feliz. Se los volvió a poner más feliz todavía con esos adornos tan bonitos en las rodillas que le puso su papá. Y los volvió a destrozar… tan feliz. Porque, al fin y al cabo… es una niña, y ¡Hey…! ¡Qué demonios…! No son sino más que unos simples pantalones.

 

Relájate… y disfruta.

 


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Qué tal lo haces como padre o madre

Hace pocos días, la jornada concluyó con una conversación en un grupo de padres, en la que uno de ellos empezó a desahogarse con el resto respecto a una situación tensa que había tenido momentos antes en casa, en relación con los niños. Ya sabéis, de estas típicas de rabietas o cualquier otra historia de las que pueden ser el detonante de algún momento de crispación; la chispa que provoque el incendio en el hogar. Nada nuevo bajo el sol, ¿verdad?

El caso es que este hombre sonaba (y estaba) realmente afectado por su propia reacción (tampoco nada del otro jueves, por otra parte). La famosa y architemida gota que rebosa el fatídico vasito de las narices, ya sabes. Y andaba con una gran desazón por ello el hombre, porque normalmente él no es así. La conversación por tanto fue derivando un poco a eso…: -«Pues mi hija… Pues mi hijo… Pues yo… Es que ya… Pues a mí…»- En fin, mil y un ejemplos de situaciones tensas cotidianas en que nos vemos desbordados y que provocan esos sentimientos que normalmente no queremos ni ver desde la acera de enfrente.

Pero por otro lado, también caían las réplicas de -«Es normal… A todos nos pasa… Déjalo correr… En realidad lo pasas tú peor que ellos… Mañana ni se acuerda, ya verás…»-, que también estamos más que acostumbrados a escuchar de boca de la gente cercana, esa que intenta echar un cable y equilibrar un poco la balanza al asunto: el hierro que te quito, por la sensatez que te añado.

Así quedó la cosa; pero el tema habría de retomarse a la mañana siguiente con los rezagados y los que no pudieron meter baza. Y fue cuando se me encendió la bombilla, pensando en el jovial Tío Tuíter. Si aquí, entre un grupete de padres, estamos desnudando interiormente nuestras opiniones sobre cómo reaccionamos ante tal o cual supuesto, ante esta o aquella situación que nos saca de quicio con los enanos… ¿Qué pensarán, el resto de padres y madres, sobre cómo lo están haciendo? La respuesta, evidentemente, estaba en mi propia mano en la pantallita tonta: -«¡¡Vámonos al Tuíter a sacar una encuesta ya mismo!!»-

Y eso es lo que hice. Preguntarle directamente a la gente. Así que antes de nada, si participaste en esta pequeña experiencia, vayan mis gracias eternas por delante, y un aplauso para tu maravillosa persona, porque sin ti esto no habría salido como ha salido. Reconozco que no esperaba gran cosa de este experimento, pero oye… El que nada arriesga, nada gana. Y ciertamente, arriesgar un tuit no es que sea arriesgar gran cosa. ¿Qué había que perder?

Así que armé una encuesta. Cuatro respuestas a una sencilla premisa: ¿Cómo valoras tu labor como padre o madre? ¿Cómo consideras que estás ejerciendo tu paternidad o maternidad? Y cuatro respuestas genéricas, de mejor a peor: muy bien, bien a secas, mal o muy mal. Y para mi grata sorpresa… esto es lo que pasó:

 

encuesta de Twitter sobre paternidad.

 

¡¡¡159 VOTOS!!! ¿¿¿No es flipante??? En apenas un miserable día. Como minundi tuitero que soy, esperaba una reacción de 20, 30 respuestas… 40 como mucho, dándose bien… Pero no esta cantidad de participantes. ¡Casi 160 personas, son muchas personas opinando! Casi 4.000 impresiones; más de 300 interacciones… ¡Guau! Además, hay que añadir un buen montón de comentarios que se fueron dejando aparte, con respuestas de lo más interesantes. Si llego a saber que hay tal grado de aceptación hubiera dejado abierta la encuesta para poder participar durante más días, y poder recoger así un muestreo más grande todavía, oye…

Así que con la encuesta ya cerrada, he decidido trasladar estos datos al blog y escribir este post para entrar a valorar un poco estos resultados, y daros un poco mi visión de los mismos, a ver qué os parece.

 

respuesta A encuesta.

Este es el dato PRINCIPAL de la encuesta. El caballo ganador. La respuesta más votada y la opción más valorada en esta encuesta. ¿Qué nos dice esto? Que más de la mitad de la gente que ha respondido, opina que LO ESTÁN HACIENDO BIEN. Y digo BIEN, a secas, porque es lo que se pedía responder. Es decir, que tienen un concepto positivo y favorable de su labor como padres y madres; que en general, se sienten satisfechos con cómo están criando a sus hijos y cómo están llevando su rol dentro del esquema familiar. Esto no quiere decir ni más, ni menos que eso. Casi un 60%. Eso quiere decir que prácticamente, 6 de cada 10 a quienes preguntes. Vamos: globalmente, la MAYORÍA DE PADRES Y MADRES OPINAN QUE LO ESTÁN HACIENDO BIEN CON SUS HIJOS. Aunque aquí, bien es cierto, me vais a permitir que continúe con este invento, sin verificar cuántas de estas respuestas han sido de madres y cuántas de padres (porque habría molado saber también si los datos por sexo son similares o no… Pero para eso, otro día, y otra encuesta, si eso…)

A pesar de este último apunte pejiguero, permitidme la expresión machirula, que este dato me parece un dato francamente COJONUDO. ¡Cómo-me-mola-este-dato! Aunque tampoco es algo MARAVILLOSO, cierto… Que queda un buen margen, todavía. Y como opinión personal, me esperaba aquí un porcentaje algo inferior, lo confieso.

respuesta B encuesta.

La respuesta opuesta en la balanza. Pero también me parece un gran dato. Sé que hay gente, y por tanto, opiniones, para todos los gustos, y así debe ser, pero que solamente un 4% confiese creer que lo están haciendo mal, me llama la atención, me llena de fe, y creo que dice mucho de la valoración positiva que la gente tiene de sí misma. Sinceramente, en esta respuesta me esperaba un porcentaje mayor. Si estuvieras en una reunión de gente con 100 personas, te costaría realmente pasar por todos para que apenas 4 te respondan que creen que lo hacen mal en su casa. Piensa en ello…

respuesta C encuesta.

Una respuesta que me interesaba mucho conocer, sinceramente: la de la gente segura de su labor, de su papel de madre/padre, y que se reafirma en su emponderamiento personal y en que lo está haciendo en general, MUY BIEN.

Más de un 10%, significa que mínimo 1 de cada diez padres/madres con los que te cruces opinará que es un crack, un PADRAZO o una MADRAZA en toda regla. Claro que en este saco hay de todo, los que valoran su trabajo en función de los resultados que se ven en casa en el día a día, y ya está… Y los que valoran lo que hacen, porque se comparan con lo que ven fuera de sus casas; es decir, que igual son parte de la hermosa fauna de los opinólogos, que son los maestros en ver la paja en ojo ajeno y que en comparación siempre salen ganando ellos. Pero me estoy apartando quizás y entrando en valoraciones personales y demagogia baratucha fuera del tema, y metiendo la zarpa en otro jardín muy diferente. Volvamos…

He de decir que yo había apostado a que esta respuesta saldría con un porcentaje todavía superior, dado el perfil de mi cuenta y el de la mayoría (creo) de seguidores y seguidos de la misma, muchos de ellos madres y padres implicados en una u otra forma dentro del ámbito de la maternidad y paternidad. Es decir, que quizás el mero hecho de estar leyendo y respondiendo ESTA encuesta, ya presupone (creo otra vez) a quien lo hace en un nivel más o menos elevado de implicación familiar, lo cual es considerablemente óptimo y molón.

respuesta D encuesta.

El dato doloroso. La manzana podrida del cesto. El patito feo del asunto. La sorpresa desagradable de la encuesta, en definitiva… Es esta: pensar que 1 de cada 4 personas, madre o padre, piensa de sí mismo que su labor como tal, es de pena. Porque recordad que pedí sinceridad en las respuestas, que esto es anónimo. Si han cumplido con lo pactado en la pregunta, y no lo han puesto por hacer la coña, me parece un dato de lo más reseñable, a la par de triste. Vale que creas que no lo estás haciendo bien, que cometes fallos, que se te van ciertas cosas de las manos, que no llegas… Pero pensar que TANTA gente, 40 personas de casi 160, opinan que lo están haciendo muy mal… ¿¿En qué lugar nos deja eso, gente?? ¿Por qué ese dato? ¿Qué es lo que hacemos tan mal? ¿Dónde está el fallo? ¿Cuál es el problema…? ¿Dónde se ven tan mal? ¿De dónde viene esa sensación de fracaso? ¿Implica eso además, unas criaturas infelices? ¿Hijos insatisfechos…?

Reconozco que esta respuesta me llena de desazón, y no hace sino rebrotar en mí mil y una preguntas más, así a bote pronto, por todo lo que ello implica. ¿Es una cuestión de presión social? ¿De imagen autoimpuesta? ¿De algún tipo de meta elevada tan exagerada que no somos capaces de alcanzar y nos termina por abrumar? ¿Pedimos demasiado a nuestros hijos? ¿Le pedimos demasiado al concepto mismo de paternidad o maternidad? ¿Qué expectativas nos ponemos cuando tomamos la decisión de ser papás? ¿Qué prioriza o qué valora uno por encima del resto de cosas, cuando se enfrenta al hecho de criar una familia? ¿No estaremos valorando los momentos negativos con un rasero superior al de los momentos positivos, quizás? ¿Damos el mismo valor a nuestros errores que a nuestros aciertos?

Yo, este dato la verdad es que no me lo esperaba… O bueno, quizás sí, porque de ahí viene el origen de todo esto, de esa primera discusión en la que arrancó este experimento: un buen padre, pero abrumado y apesadumbrado por un error puntual, pero quizás lastrante en demasía, a la larga. Y quizás es como en los telediarios. Lo malo, vende. Lo malo, es lo que queda.

 

Aparte de estas cuatro opciones, hay un quinto valor a reseñar, el de la 5ª pregunta que el Tío Twitter no permite meter en sus encuestas (de máximo 4 respuestas), y no es ni más ni menos, que la que nos falta, la neutral: «Lo hago bien y mal; o ni bien, ni mal… Hago lo que puedo y lo mejor que sé. A veces bien, a veces mal.» Y es la que muchos de vosotros señaláis como propia en vuestra situación, en los comentarios del tuit. Y en mi humilde opinión, es, desde luego, la más lógica y razonable. Pero me vi en la posición de declararme en términos de opuestos al formular el tuit; más alejados. Y por eso se quedó fuera.

comentarios al tuit.

 

-«CONCLUSIONES Y ALEGATOS, SEÑORÍA…»-

Después de haber hecho repaso a la encuesta, me quedo especialmente con un par de cosas: una buena, y otra inquietante… Y empezaré por la segunda, por aquello de intentar terminar con buen sabor de boca.

* El dato NEGATIVO. Ese 25% me mata, lo reconozco. Y como diría mi amiguete Carlos, me genera mucho TOC. Me chirría demasiado; me cuesta concebir cómo tanta gente tiene un concepto tan pésimo de su labor como padre.

No voy a quitar hierro al asunto, y cada uno analizará la profundidad de la cuestión como buenamente quiera, pero a un número significativamente generoso de gente (para lo que es esto, léase; no se me vayan a poner ahora estupendos a estas alturas de la peli…), lo que les pasa por la cabeza es que «lo estoy haciendo fatal». Y pensad en eso: la angustia que ese pensamiento puede causar. Creerse eso con sinceridad suena duro, muy duro. Es difícil de asumir algo así.

Y yo me pregunto por las causas. Qué estamos haciendo mal, para que tanta gente crea que lo hace tan mal. ¿Sobreinformación, quizás…? ¿Demasiada moda de gurús sabelotodo que dictan cómo debe ser el estampado perfecto del revestimiento cagado del pañal de cáñamo ecológico de comercio justo que NO PUEDE faltar en el dormitorio Pinterest de nuestro lechón…? ¿No estaremos acaso poniendo losas demasiado pesadas sobre nuestras pobres cabecitas de padres y madres modernillos…? ¿No se nos estará yendo acaso un poco la pelotilla, quizás…? ¿¿En serio lo hacemos tan mal, familia…?? 

* El dato POSITIVO. Lo demás. La creencia general de que en el fondo, lo estamos haciendo bien. De que hay voluntad. Que sí, que se puede hacer mejor, que hay mucho por aprender, pero que vamos bien, que lo estamos llevando como a nosotros nos interesa; que controlamos el desarrollo del proceso evolutivo de nuestra familia, de la crianza de nuestros polluelos… Y eso, damas y caballeros, pues mola.

 

Y es aquí donde quería yo llegar, para irme ya, rompiendo una lanza a favor de todos vosotros, padres y madres del mundo; del universo… Creo sinceramente que lo estáis haciendo FENOMENAL. A ti te lo digo especialmente, sí, sí… A ti, que es estás leyendo estas líneas tontas. El mero hecho de encontrarte aquí y dedicarle (o perder, quizás, según lo mires luego, que el que avisa no es traidor; aunque un poco cabroncete sí, porque ya estás en el final…) unos minutos valiosos de tu vida a leer todo este pollo, ya me indica muy a las claras que eres alguien especial, con una sensibilidad, dedicación y preocupación extra por el desarrollo y el devenir de tu pequeña camada de cachorros.

Esto no va de cómo nos ven los demás; de si nos importa o no lo que piensen otros de lo que uno está haciendo. Esto va de ti. Y de mi. De cómo valoras tú mismo o misma la labor de este berenjenal tan hermoso y delicioso como complicado y caótico en el que una vez decidiste meterte: ponerte a criar hijos.

Cree en ti, cree en tu familia y cree en tu voluntad y en tu capacidad de amar y de superar dificultades. A fin de cuentas, después de una borrasca, llega el anticiclón. Y si somos capaces de horadar y escarbar debajo de toda esa montaña de cascotes, escombros mugrientos y dolorosos, toda esa capa de desesperación que ha dejado la tormenta y no nos deja ver el interior valioso de nuestro hogar, podremos volver a ver lo básico, a sacar las raíces de lo verdaderamente auténtico y necesario para criar niños felices: tiempo y amor para ellos, para disfrutar de su compañía.

Porque el fin de esta cuestión, es lo que queremos todos: su felicidad.

Porque en el fondo, es lo único que ellos nos demandan: nuestro amor.

Porque mañana, se levantarán con una sonrisa. 

Porque, créeme: papá, mamá… LO ESTÁS HACIENDO BIEN.


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En la prensa: permiso de paternidad

El arranque de este 2017, nos sorprendió con la implantación de la nueva ley de permisos por paternidad, que actualmente queda establecido en 28 días (4 semanas), en lugar de los 13 días que venían dándose hasta ahora.

Y la casualidad (y el hecho de plantearme cogerlo y disfrutarlo íntegro, cómo no…), ha propiciado algo del tipo «estar en el momento preciso en el lugar apropiado»: he aparecido un par de veces en la prensa nacional, en estos meses, en los que se me ha dado la oportunidad de ofreceros mi opinión y mi punto de vista respecto de esta cuestión, a través de mi propia historia.

Aquí os dejo los dos artículos, -que os ofrecí por la fanpage de Facebook-, pero que hasta ahora no había traído por el blog. Publicados en los diarios El País, en marzo (con firma de Adrián Cordellat) y ABC, la pasada semana (con firma de Laura Peraita). Os invito, si todavía no lo habéis hecho, por supuesto, a leerlos:

http://elpais.com/elpais/2017/03/19/mamas_papas/1489905538_574456.html?id_externo_rsoc=TW_CM
artículo en El País

http://www.abc.es/familia/padres-hijos/abci-fortalecer-figura-padre-cuidador-y-gratificante-201704262300_noticia.html
artículo en ABC

Muchas gracias, Adrián; muchas gracias, Laura. Por poner voz y letra a una cuestión tan importante como es la de la presencia de la figura paterna dentro de los primeros días de vida de un bebé, y de una mujer que estrena maternidad.

Queda mucho recorrido, mucho que hacer, mucho que hablar y mucho que discutir, analizar y valorar, todavía. Pero para eso estamos, ¿verdad?

Y tú, o tu marido/pareja… ¿Sois de disfrutar el permiso íntegro de paternidad?


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Mr. Dodot

emoticono papi

un padre cualquiera

emoticono bebé

padre, de nuevo

emoticono inquietud

padre participando en un evento sobre pañales

emoticono escribir

escribiendo el post del evento Dodot

emoticono susto

tuit ganador del sorteo

caja

la caja, en casa

emoticono corazones

mi lote Dodot

emoticono beso

Mr. Dodot

 

Y he aquí el desarrollo completo de la historia.

Por fin han llegado mis flamantes pañales. Y estoy emocionado. Porque la paternidad también es esto: el regocijo que hasta te produce, en un momento dado, pensar en cagarrufos y meados. Eres padre, así que te tocará remangarte, porque a veces estarás de mierda, literalmente, hasta el cuello. Y así debe ser: los padres TAMBIÉN limpiamos culos. Por si todavía hay algún despistado haciéndose el orejas por ahí. Y lo hacemos con mucho cariño y con mucho orgullo, faltaría más.

Me enorgullece pertenecer a una generación de padres a la que no le espanta limpiar culos, ojetes, traseros, posaderas; y que además lo hacen bien. A conciencia. Frotando. Dándole brío y salero a la toallita. Y algunos hasta son felices haciéndolo; no por el hecho de estar con el regalito en la mano, sino por la oportunidad de poder hacerlo. De saberse cuidadores de sus peques. De saberse una pieza fundamental en el organigrama familiar. De saberse capaces de traer un sueldo a casa tanto como de saberse hábiles en el sutil arte de frotar a mano con jabón Lagarto un body bien cuajado de premio amarillo mostaza lactante.

Yo, a día de hoy, con un bebé reciente, déjate de tonterías y regalos chorras. El gran clásico, al que cada día aprecio más: un buen paquete de pañales. Y olvídate de gaitas. Y yo hoy, con lagrimones como puños de la emoción, con mi premio.

Y toda esta historia, por cierto, no va de eso. No hay tareas indignas ni suficientemente chungas o vulgares que no puedas hacer, por ser hombre, si se trata de tus hijos, de tu familia. Hoy es sobre excrementos infantiles, pero mañana será por otra cosa; cualquiera. Su cuidado lo abarca TODO. Así que mueve tu cucu.

Esta historia va de interesarse por algo. De esforzarse por conseguir información. De ensuciarse las manos pero teniendo la conciencia cristalina. De salir ahí fuera a buscarte las castañas. De aprovechar las oportunidades. Y cuando pones interés en las cosas, las recompensas, de una u otra manera, terminan llegando. Va de que escribir merece la pena. Va de generar sinergias. Va de que ser padre es implicarte hasta llegar a fronteras a las que jamás pensaste que algún día te asomarías. Y atravesarlas cada vez, para ir más allá. Va de tipos que queremos cambiar el mundo gracias a querer ser un referente mejor. Va de querer ser mejor persona. De superarte. Va de hermosas casualidades que uno se va fabricando. De tomar conciencia de tus posibilidades. Va de intentarlo. Va de tener fe.

Esta historia, en definitiva, va de ti, tú que me lees.

Muchas gracias, Dodot; el culo de mi bebé nunca os lo llegará a agradecer lo suficiente.

Muchas gracias, Madresfera, por estos años de oportunidades y de eventos. ¡Que sean muchos más!

De ahora en adelante, ya podéis llamarme Mr. Dodot.

 


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Estudio sobre la paternidad, de Dodot

yo, con un cartel de promoción de #Papás Dodot.

 

– Abuelo… Oye, que ya lamento tener que dejarte, con lo buena que está la tarde y lo bien que se está aquí al solecito, pero se me hace tarde, y tengo que ir a por los niños al colegio…

– ¡Claro, hombre…! Tranquilo… Ve, que ya me quedo aquí yo… ¡Qué vida, esta…! Que en mis tiempos, ya corríamos para otras cosas…

– Hombre… Lo vuestro tendríais, digo yo, ¿no?

– Claro… Pero aquello era otra cosa… Había que correr, pero para comer. Todo el día segando en el campo, y tirando p’a casa de noche, con el lomo tieso. Esto que hacéis ahora de los hijos, estar todo el día encima y de aquí para allá… ¡Aquello era cosa de las mujeres!

– Ya imagino, ya… Ya sabes que ahora se lleva otra cosa. ¿Y si te dijera que, por ejemplo, hoy la gran mayoría de los hombres no solamente entendemos de pañales, sino que además los cambiamos? Y no pocos… El 85% de los padres hoy día en este país, se pringa las manos habitualmente con eso, y el 65% lo hace a diario. ¡Todos los días! ¡Ahí lo llevas…!

– Hmgfff… Ya no hay hombres como los de antes. ¡Vírgen santa…! Si me lo llegan a decir a mí eso cuando era un mozo…

– No, abuelo… No creas, que todavía quedan unos cuantos de los de tu época. Pero cada vez menos, eso es cierto. Lo que no tengo yo tan claro es que eso de que ya no haya, sea para peor, fíjate… Mira, abuelo, más detalles… Te diré que el 83% de los padres, asegura jugar con sus hijos cada día; un 64% los viste o desviste y un 62% los acuesta o da de comer. De cada 10, además, casi la mitad, 4, les sacan a pasear y les preparan su comida. ¡Casi la mitad! También te diré que hay bastante diferencia, eso sí, respecto a lo que se prefiere hacer con ellos, que ya te veo torciendo el ojo demasiado… Un 46% son los que prefieren por encima de todo, salir de paseo con sus pequeños, frente a un 15% que optan por el baño o un 13% que optan por acostarlos. Y otro ejemplo: solamente un 5% elige dar de comer… ¿Qué te parece?

– …¡Que muy recio y muy sano se crió tu padre con las migas que le daba tu abuela! ¡Que era gloria bendita ver comer a ese niño, madre mía…! Mi Manuela sí que cocinaba bien… No como ahora, que ya no ve tres pimientos y no se acerca a un fogón, pobrecita. ¡A sardinas, me tiene, fíjate…! Claro que ya nos apañamos con cualquier cosina de ná… Yo con una miaja queso y un trocino pan, ya me voy aviao p’a la cama…

– Te desvías, abueeeelo… Mira, además de cambiar pañales, casi todos, un 86%, utilizan alguna estrategia personalizada para hacerlo: les hablan, usan peluches, les cantan… Y te diré que un 54% de los padres españoles reconoce que le gustaría pasar más tiempo con sus hijos. Y sobre el 40% cree que concilia su vida laboral con la paternal de forma adecuada.

– ¿Conciliar…? Esos son inventos modernos. En mis tiempos se trabajaba. Y a destajo. Que el campo es muy sacrificado. Y en la fábrica, lo que mandaba el patrón… Y en la misa, el cura. No había más.

– Pues ahora también se trabaja, abuelo, pero poco a poco parece que los padres ya no se conforman simplemente con eso… Quieren implicarse más en el cuidado de los niños. Un 60% procura pasar más tiempo con los niños, cambiando los horarios de trabajo, y un 76% sí que se cogió la baja por paternidad que te da el Estado, por si no lo sabías. De todas maneras, como te decía, hay muchos todavía que parece que la cosa esta no va con ellos. Del porcentaje de los que no han reducido su jornada, menos de la mitad, un 43%, intenta al menos salir más rápido del curro para pasar más tiempo con sus hijos, y el 39% restante hace lo mismo que antes de ser padre. 3 de cada 4 padres se consideran más implicados en todo lo concerniente a sus hijos de lo que lo estuvieron sus padres con ellos en su día. Además, que también se interesan más en mantenerse informados: el 73% acude al pediatra cuando tienen alguna duda sobre el cuidado de sus hijos. Y de hecho, a veces se informan sin ni tan siquiera ir a la consulta. Un 58% buscan información directamente en Internet, y un 74% se informan por medio de blogs o foros sobre cuidados infantiles.

– Las dichosas maquinitas esas. ¡Yo no entiendo de eso, hijo…! Yo os veo todo el día pegados ahí, con el telefóno ese, que parece… que parece…

– ¡Pues luego cuando te enseñamos las fotos y los vídeos de los niños, bien que te gusta verlos! ¿Ehhhh…?

– ¡Hombre! Algo bueno tendrán que tener, eso sí… Con la de dinero que os cuestan… Anda que no le ha venido bien a tu abuela la pantalla esa grande, con los números ahí bien gordos…

– Anda abuelo… Venga, que tiro para el colegio ya…

– ¿Pues sabes qué te digo…? Que te acompaño, y me voy a ver a mis nietos… ¡Que me río a perder con las historias del Luisillo! ¡Qué jodío muchacho este, que la trae loca a la pobre profesora…! ¡Esa bendita mujer tiene ganado el cielo, te lo digo yo…!

 

Y esta podría ser perfectamente una conversación que cualquier padre más o menos joven, de mi generación, podría tener hoy mismo, sentado en cualquier banco de la calle, con su abuelo, o con un señor de aquella generación. ¿Verdad? Bueno. Más o menos… Yo ya no tengo abuelos para recrearlo in situ, pero no me cuesta imaginar algo así. Un choque cultural. Directamente.

Todos estos datos aparecidos arriba, sin embargo, son datos REALES. Recogidos por un «Estudio sobre la paternidad» que ha promovido la marca DODOT, recopilados a partir de encuestas online sobre un muestreo de 865 padres entrevistados. Datos que nos revelaron a los invitados de Madresfera al evento de presentación el pasado día 6, de dicho estudio, pensado para el lanzamiento de la campaña de su nuevo pañal, y cuyo objeto era conocer cuáles son los comportamientos más habituales en el cuidado de los hijos por parte de los padres, en nuestro país. Porque los padres, y de esto se han dado buena cuenta esta marca, somos TARGET. Porque los padres hoy día, y a los datos se remiten, están, estamos, cada día MÁS IMPLICADOS. Por pequeña que esta muestra de padres puedan considerarla algunos, sí que considero sin embargo que define una tendencia ciertamente evidente.

Soy de la opinión que, al igual que para un abuelo arquetipo de 85 años no sería entendible seguramente cómo llevamos hoy día los nuevos padres esto de «tener hijos», lo mismo habrá de ser para nosotros, o los padres que vengan inmediatamente en los próximos años o décadas, algo ya inconcebible el pensar en los términos de aquellos, igual no tan lejanos, tiempos…

Poco a poco. Seguramente más lento de lo que debería, sí… Pero se va abriendo camino. Aquí os dejo el vídeo de su campaña, bastante acertada, a mi entender… Al menos, me quedo encantado de saber que hay marcas que piensan más allá del arquetipo y se atreven a presentar a los ya no tan escondidos padres que nos implicamos más. Eché en falta en la presentación datos relativos a la vertiente más «ecológica» de la elaboración, pero hasta en eso fueron muy atentos conmigo y me explicaron aspectos concretos, e incluso quedaron en hacerme llegar de forma personal información más específica. Y eso, qué menos, es de agradecer.

Juzguen ustedes.

 

PD: adjunto aquí escaneado el pdf del dossier de prensa con la información que nos ofrecieron, de este estudio.


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#papiconcilia… en el Día del Padre

Pasamos el ecuador de este mes de marzo, y nos asomamos viento en popa y a toda vela al primer aniversario de este blog. ¡Quién me lo hubiera dicho, que casi un año después, este experimento tan personal todavía seguiría vivito y coleando! Y como aperitivo a tan magno, fantabuloso y milagroso evento, vengo con un post de esos de los que uno debe sentirse especialmente orgulloso: un post importante para asomarnos a una fecha importante.

Acaba de salir esta misma semana, apenas hace un par de días, la SEGUNDA EDICIÓN, con nuevos testimonios, DEL LIBRO #PAPICONCILIA. Y, por uno de esos misteriosos azares del destino… ¡¡Tengo presencia en él!! OUH MAIIIIII GODDD! ¡¡Un testimonio del MENDA…!!

Para quién no lo conozca todavía, #papiconcilia es parte de un movimiento social, coordinado con esfuerzo e ilusión por la periodista Usúe Madinaveitia, impulsora a su vez del anterior y original #mamiconcilia, en el que se recopilan las experiencias de madres (y padres) en relación a lo que se conoce como conciliación laboral. Cito:

«El libro #papiconcilia incluye historias de padres que quieren ser actores y no espectadores, padres que piensan y sobre todo sienten que a los hijos hay que dedicarles tiempo y darles amor, padres que se implican de forma corresponsable tanto en la crianza de los hijos como en las tareas del hogar. #papiconcilia es un libro que no te dejará indiferente.»

Pues ahí lo tenéis. Realmente, este sí que me parece un bonito acontecimiento que celebrar, ¿no creéis? Al menos yo sí lo veo así. En lo personal, precisamente mi pequeño testimonio en este libro, podría decirse que ha supuesto un ligero cambio de rumbo en mi vida. Un cambio… espero que para mejor, claro. Gracias a la existencia de esta modesta pero muy ambiciosa iniciativa, he encontrado la motivación, la inspiración y el impulso para intentar arañarle un par de horas más al día. Horas destinadas a poder pasar más tiempo con mi pequeña y preciosa Lechona.

Porque el modelo paterno actual ya no contempla el simplemente ser una figura que se dedique en exclusiva a «proveer y proteger», obviando todo lo demás. Porque los padres del siglo XXI, buscamos nuestro propio hueco, y nos sentimos parte necesaria y activa, más que nunca, de la realidad cotidiana que supone la crianza de nuestros hijos. Porque queremos ser padres 24/7, y no solamente padres de viernes a domingo. Porque ser padres hoy día debería ir mucho, mucho más allá de… engendrar y soltar pasta en un sobre a principios de cada mes.

Por eso es tan importante este post. Estos días la blogosfera bulle de post-homenajes a la figura de los padres, y me parece genial. Está muy bien eso de tener nuestros minutitos de gloria, al menos una vez al año. Llevo una eternidad sin celebrar para nada un evento como el Día del Padre, pero desde el año pasado, sigo viéndolo con los mismos ojos… pero oye, como que hay otro puntillo en el aire.

Y el caso es que hoy, con esta entrada también quiero reivindicarme un poco; reivindicar a los padres; de ayer, de siempre, pero sobretodo, de hoy; reivindicarme como padre y sacar a pasear mi lado más ególatra con ello.

Y precisamente por eso, yo no voy hoy aquí a cantaros mis comeduras de tarro, ni mis meteduras de pata, ni mis inseguridades, ni mis miserias al respecto. Para eso, ya voy dejando pinceladas suficientes por esta santa casa cada vez que tengo un rato para darle a la tecla, y vosotros, sufridos y amables lectores, sacáis un hueco para leerlas o descifrarlas. Y además, ¿para qué? ¿De qué me serviría autoflagelarme un día como hoy? ¡Si de sobra sabemos que no existe la figura del padre perfecto! ¿Qué me aporta el ahondar en los mil y un fallos con los que me visto cada día, desde los pies hasta el gorro? ¿Qué sacaría en claro en restregaros que no sé ni qué vacuna le han puesto hoy a mi niña? Que no le he hecho ni puñetero caso jamás al menú equilibrado de cenas que nos propone la escuela infantil… Que me puedo tirar semanas sin leer el cuaderno de notas de la escuela, ni saber qué han hecho en la clase a lo largo de toda la semana… ¡Pero si tenía un proyecto de escribir la vida de mi bebé desde el principio (este blog), y ya arrancó más de seis meses tarde, por favor…!

No, no, no… Todo eso ya lo dejo para el resto del año. Hoy es nuestro día. Hoy quiero hacer otra cosa; quiero intentar algo diferente. Quiero hacer justamente todo lo contrario. Hoy quiero reivindicarme. Quiero… necesito, echarme algunas flores y romper una lanza ensalzando la labor que con mucho esfuerzo venimos haciendo muchos padres en estos últimos años. Quiero decirme a mi querida niña que su padre será todo lo zote y lo petardo y lo gañán y lo parado que sea…; pero que, por contra, se lo está currando. O lo está intentando, al menos. Y el ejemplo de #papiconcilia con el que empezaba, es una muestra perfecta de ello.

 

Segunda edición de #papiconcilia

 

Si analizamos el paradigma de lo que era, significaba e implicaba ser padre hasta hace bien pocas décadas, parece que la cosa ha cambiado un mundo. (Igual no ha cambiado tanto, y es mi percepción, vale); pero cambiar, es innegable que algo ha cambiado. Las cosas ya no son como antes, y eso es fácil apreciarlo. ¿En qué me diferencio, de un padre… digamos… del siglo XIX? O de mitad del siglo XX, por avanzar un poco más… Pues en que, poniendo varios ejemplos rapidos:

# Yo le compro ROPA a mi bebé. (De vez en cuando… vale)

# Acudo a reuniones de la escuela infantil para temas TAN FASCINANTES como… ¡Empezar a mear en un orinal!

# La peino y repeino cada vez que la saco después del baño. Con su secador, como está mandado. Y a veces, hasta le pongo horquillitas o kikis. Por cierto…

# …La baño. Obviamente.

# Por supuesto, el #1 del padre moderno: limpio culos, cambio pañales y lavo a mano sus bodis, toallas y demás ropa llena de cagarros radiactivos vomitivos, con jabón Lagarto. ¡Y a veces, hasta logro dejarlo blanco! Eso, y lo que haga falta.

# Canto nanas (por llamarlo de alguna manera) y cuento cuentos. Y no solamente antes de dormir.

# La llevo a la biblioteca del barrio para que descubra nuevos mundos. (Por si tuviera poco con el suyo…). Y también al médico.

# ¡La enseño cosas maravillosas! A moverse… A hablar… A comer… A silbar como los mirlos…

# Juego con ella. En todas partes: en casa, en el parque… Donde sea y cuando sea.

# Me desvelo para atenderla cada madrugada. Cada vez que se menea, ahí estoy yo de un brinco…

# He hecho cosas como apuntarme a talleres de primeros auxilios, sobre infecciones respiratorias infantiles, o sobre cocina, para sentirme más preparado.

# He leído sobre crianza: libros, revistas, artículos. No paro de mirar cosas en cuanto puedo.

# Aunque tarde, como apuntaba antes… ¡Pero estoy, y sigo, registrando su vida, en un blog, para poder atesorar aquí todos estos maravillosos recuerdos y anécdotas que van conformando su día a día! Y que de no ser así, se perderían irremediablemente, como lágrimas en la lluvia. Para siempre.

# Y que, gracias a que he dado un paso al frente en esa dirección, voy a poder pasar más tiempo a diario con ella, previa renuncia a parte de mi sueldo, mediante reducción de jornada en el trabajo, con los inconvenientes y las pérdidas de tantas cosas que eso supone.

Y podría seguir. Hace tiempo escribí sobre las cosas que no había hecho durante mi primer año como padre. Pues bien, este podría ser la contrapartida: todas esas cosas de arriba son cosas QUE HE HECHO COMO PADRE, en el año y medio que llevo siendo tal. En este punto, me imagino que el 100% de las mamás que estaréis leyendo esto (y la mayoría de las no mamás también), estaréis a la vez exclamando: -«¡Pero bueno…! ¡Soberana gilipollez, el tío este…! Suelta estas cosas como si fuera una especie de hito, como comenzar la Transpirenaica con una bici pinchada… ¡¡Si eso es lo que venimos haciendo nosotras todos los días, y no nos ponemos ninguna medallita…!! ¡Si es que eso es nuestro pan de cada día!»-

¡¡Pues precisamente por eso…!! Que de siempre, todas estas cosas han recaído (y recaen todavía) sobre los hombros de las sufridas mamás. El hecho completo de la CRIANZA, ha caído toda la vida sobre la figura femenina… Desde que el homínido ancestral trepaba por los árboles, la madre se ha ocupado de criar a la camada, a la prole. (Además del propio vínculo especial que tenéis las mamás ya desde el punto de partida, que también hace lo suyo). Y el hombre, el padre… estaba, para otra cosa. ¿Cómo NO ser un padre imperfecto, pues? ¡¡Si nos lleváis toda la historia de la humanidad, de ventaja, en este tema!! Por eso hoy lo que trato es de sacar a relucir nuestros valores. Porque los defectos en este campo los traemos ya de serie… Pero en eso estamos, en ir aprendiendo. Seguimos haciéndolo como el culo en taaaaantas cosas… Pero lo que pretendía hoy es remarcar todas esas otras cosas en que vamos avanzando, en las que nos vamos poniendo las pilas. Nos cuesta… Unos vamos con las baratuchas de oferta y otros en cambio se han puesto ya las alcalinas del conejo. Pero ahí estamos, me gustaría decir que casi todos. O al menos, muchos. ¿Cuántos de los padres que acaban de leer estos puntos de arriba se han sentido identificados?

En fin… Todo esto último, desde luego, NO pretende ser una competición con vosotras, las madres, para ver quién es ahora quien lo hace mejor; se trata simplemente de encontrar NUESTRO PROPIO ESPACIO, el hueco que reivindicamos como nuestro en esa entidad que tratamos de crear todos juntos, llamada FAMILIA.  Y creo que nuestra generación trata, sin duda, de ir mucho más allá en el ámbito de la crianza de los hijos, de lo que llegaron a ir nuestros padres, en su mayoría.

Cada generación lidia con las circunstancias que les toca vivir en ese momento concreto de la historia en que viven. Seguramente, tanto en el siglo III como en el XVIII, los padres de aquellas épocas pensaban que lo hacían estupendamente. Pues vale. Yo, de momento, me siento bastante orgulloso y afortunado de vivir en la época en que me ha tocado vivir. Y por eso, desde aquí, hoy, víspera del Día del Padre, quiero reivindicarme como tal. Nuestro debería ser el derecho a poder equivocarnos, en interés siempre de evolucionar como padres y de mejorar en la crianza de nuestros hijos. La base de todo aprendizaje ha sido siempre el ensayo y el error. Nuestra es ya también y de igual manera, y no se atisba vuelta atrás en ello, la obligación y el deber de evolucionar, de tratar de ser mejores padres. Y con ello, mejores personas.

Y hoy quiero decir que muchos lo estamos intentando, como sabemos y como podemos. Y ahí estamos… Subiendo los peldaños que nos permitan ponernos algún día a vuestra altura en esta aparentemente infinita escalera, chicas.

Por eso es importante este post. Por eso es importante que disfrutes, difundas y compartas #papiconcilia y #mamiconcilia como puedas. Nos lo debemos… Todos.

¡Ahhh, por cierto! Y si eres padre… ¡FELICIDADES, CAMPEÓN! SEGURAMENTE LO ESTÁS HACIENDO COJONUDO.

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Para descargar GRATIS #papiconcilia: http://bit.ly/papiconcilia