Y yo con estas barbas

Relatos sobre mis experiencias y expectativas como padre novato


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16 semanas de permiso de paternidad

Quien tenga por seguros todos sus pensamientos en esta vida, que dé un paso al frente.

No seré yo quien lo haga, desde luego. Y ni mucho menos si hablamos de un tema tan espinoso como la noticia con la que arrancamos este enero: la ampliación a 16 semanas de permiso por paternidad, igualándolas por tanto a las de maternidad.

Espinoso por las reacciones que suscita, digo. En estos años desde que tuve a mi lechona mayor, he ido escuchando diferentes posturas, distintos argumentos, a favor o en contra de la ampliación de permisos de paternidad, y la mayor parte de las veces me encontraba en la posición de: -«Oye, pues tienes razón. Esto me suena razonable…»- Y es que siempre solía encontrarme con buenos argumentos pusiera la oreja donde la pusiera. Todo me parecía razonable en mayor o menor medida. Y con este último empujón de esta ley, eso tampoco ha cambiado.

Y ahí es donde veo la raíz de uno de los problemas que envuelven este tema, (al igual que sobre muchos otros temas, o sobre todos, bien podría decirse…) Que si bien existen las soluciones buenas a un problema, no creo que existan las soluciones perfectas. Desde esta premisa, todo se convierte entonces en un juego de tratar de conseguir la mejor de las soluciones posibles.

Sí, vale. La mejor. Pero… ¿La mejor, para quién? Y además, ya que nos ceñimos al ámbito de las meramente «posibles», en ese saco siguen cabiendo muchas variantes, opciones, requiebros y vericuetos que inevitablemente dejarán poco o nada satisfechos a una parte de los interesados. Porque si algo tenemos claro en esta vida, es que nunca llueve a gusto de todo el mundo.

Por ejemplo, ¿quién decide aquí qué es lo más importante, lo más necesario, o lo que más urge? Si es una EQUIPARACIÓN, en aras de igualar días de permiso entre padres y madres, y tratar de favorecer así un equilibrio en el ámbito de las relaciones laborales, frente, a por ejemplo, la urgencia de un AUMENTO de las semanas de permiso para las madres, para que estas afronten una recuperación más integral de su físico; para que tengan un poco más de distancia y puedan organizarse e integrar los cuidados y el desarrollo de las primeras etapas de sus bebés, o simplemente para que puedan dar el pecho en condiciones si optan por un modelo basado en la lactancia materna, hasta el MÍNIMO recomendado de 6 meses por la OMS.

Yo, amigos y amigas, sigo sin tenerlo claro. Porque veo lo que hay, hablo con la gente, miro alrededor, y lo ÚNICO que sí que se me viene con cristalina presteza a mi mente es la conciencia de que yo LO QUIERO TODO. De que todo es necesario. Que no es una cuestión de LO UNO O LO OTRO. Si te doy A, te quedas sin B, o al revés. Porque inevitablemente, aquí hay gente que va a salir perdiendo, paradójicamente. Te vas a sentir perdedor, ya seas padre o madre, de un ambiente en el que alguien (Papá Estado) está DANDO. AÑADIENDO.

Pero yo creo que aquí, necesitamos la A, y la B. A la vez. Y ya. Y también la C, la D y la E, ya puestos.

Donde yo veo suma, o añadidos, o elementos que nos hacen avanzar en general como sociedad, pasitos adelante aunque sean pequeños, desde otros ojos se perciben como un atraso. Como pasos hacia atrás. Como agravios. Y seguramente TENGAN RAZÓN. Y no es que yo quiera ser de los que ven el vaso «medio lleno» frente a quienes lo ven «medio vacío», sino que como digo, oye… ¡Es que yo no me conformo con el vaso a medias, ya sea medio vacío o ya sea medio lleno! ¡Yo quiero mi vaso lleno! Porque creo que puede y debe llenarse.

 

 

Aquí hay unas necesidades que cubrir, amigos y amigas. Innegociablemente. Son las de los nuevos padres, las de las nuevas madres, pero bajo mi punto de vista, y por encima de lo demás, LAS DE LOS NUEVOS SERES PEQUEÑITOS QUE LLEGAN A ESTE MUNDO. Y creo, siempre he creído, que es ahí donde ha de ponerse el foco. Siempre he pensado que los beneficios en forma de permisos, remuneraciones, etc, más que recaer sobre la figura del padre o de la madre, deberían recaer, en esencia, sobre los bebés. Es el bebé el que debería tener el DERECHO garantizado a tener cubiertas una serie de cuestiones determinadas por un tiempo determinado: un cuidador a su cargo 24/7, padre o madre o ambos, una serie X de meses mínimos. Una alimentación asegurada de leche materna a demanda de X meses mínimos, para quien opte por ese modelo. Un entorno físico y a ser posible familiar seguro para su crecimiento y primer desarrollo, de X meses mínimo (mejor si esto último se alarga a toda su vida, obvio…), donde poder empezar a crear esos lazos afectivos, de seguridad y de confianza con sus familiares, ya sean madres, padres, hermanos, etc.

Es decir, en esencia lo que vendría a ser algo tipo prestación universal por hijo/a.

Por eso yo lo pido todo, de corazón. Lo quiero todo. Porque lo veo todo necesario, y todavía escaso, actualmente. ¿Un mínimo de 6 meses de permiso para las madres? ¡CLARO! Pero es que no me entra en la cabeza que esto todavía no sea así. No me creo que todavía estemos en estas.

Y de hecho, si me preguntas, te diría que más tiempo, que 6 meses son pocos. Que por qué no 9 meses o un año si es necesario, haciendo los cambalaches pertinentes. Sabemos que redunda en beneficio de los bebés. ¿Por qué no hacerlo? ¿O por qué no también un mayor número de semanas iniciales y mínimas tras el parto para las madres? ¡POR SUPUESTO! ¿Qué les ocurre a las madres con partos complicados? ¿Con puerperios difíciles? ¿Qué hay de las secuelas físicas y mentales y lo que hace falta para recuperarse y superar todo eso? ¿Por qué no ahondar ahí?

Pero si me dices: -«¡Equiparemos permisos y hagámoslos intransferibles y remunerados al 100%»- Pues te diré de la misma manera: -«¡Venga! ¡Dale! ¡Ya estábamos tardando también con esto…!»- Porque me puedo poner en el lugar de un padre, y también veo cosas muy positivas aquí. Sí, llamadme iluso. Llamadme soñador. Yo juego en el equipo de John Lennon en esto, lo siento. Yo lo siento así. Quizás no sea una realidad a corto plazo, pero creo que a medio o largo plazo, hay un poso, un lastre ideológico machista ahí encerrado, que a la fuerza debe ir cambiando. Creo que va a ser una medida beneficiosa al menos en lo laboral, para todos, hombres y mujeres. Y seguramente en el ámbito doméstico también. Cada uno ganando espacios que ahora mismo no tiene ni de lejos asegurados. ¿Por qué no dar una oportunidad y ver si esto funciona?

 

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Repito: no es lo que yo quiero, per se. Yo creo que lo ideal deberían ser unos derechos otorgados a los bebés concedidos a través de sus padres, y por consiguiente, que estos se organicen, distribuyan y disfruten de manera flexible en función de su situación familiar particular y según necesidades. Me parece que es lo lógico, porque cada familia tiene sus circunstancias.

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Tenéis estos X meses de permiso, más este dinero Y, más estas ayudas Z, y con estos requisitos mínimos: las 12 primeras semanas fijas e intransferibles para ambos. (Por ejemplo, yo qué sé). Y a partir de estos cimientos, vais organizando y construyendo vuestro puzzle familiar, hasta cubrir el primer año entero de la criatura. O los dos primeros años. O los tres. Los que sean. Pero que haya quorum. Que haya facilidades. Que el Estado, la patronal laboral, la comunidad de mi barrio y Perico el de los Palotes, me dejen y me permitan llevar a cabo este nuevo plan de vida. Y que no te encuentres con penalizaciones. Ni laborales. Ni sociales. Ni, por supuesto, individuales.

Que si algo tengo claro también, es que criar es ya de por sí un trabajo MUY DURO, muy complicado, que requiere de atenciones constantes y que demanda plenitud de energías y mil y un recursos. Que requiere de la implicación de toda la sociedad si queremos que haya un saludable recambio generacional. Y que el tan manido axioma de -«Pues no haber tenido hijos»- no me sirve, porque si el tema es no tener niños, entonces, ok, en 50 años todos muertos y dejamos un lindo país entero desierto para que pasten las cabras del vecino en él. Y es un plan, oye. Pero no me parece que sea ese un MEJOR plan que el mío, la verdad. La regeneración poblacional es el motor de cualquier sociedad humana que no se quiera extinguir.

-«¿Y esta bonita orgía de paz y amor que te has montado en la cabeza, entonces, quién la organiza? ¿Quién la paga?»- Me diréis. Pues el Estado, señores y señoras mías, que para eso están y para eso se les paga a ellos, que somos todos y todas. O eso nos han querido contar siempre. Yo quiero un estado fuerte, atrevido y ¡Ohhh…! ¡Locurón! Que vele por los intereses de su pueblo y sus ciudadanos. Que apueste por su futuro. Y no creo pedirle peras a un olmo, porque esto es pedir lo mínimamente lógico a cualquier estado de derecho normal. Y más en un país con un índice de natalidad tan bajo como el nuestro.

Pero aquí es cuando lo lógico se pega de tortas con la realidad, y es cuando te das de bruces con la mierda que hay, con el Estado de 3ª regional que tenemos para muchas cosas. Y es que la rueda nunca ha funcionado como debería. A Papá Estado no le interesan una mierda los bebés. No le han interesado nunca, o desde hace muchos años, al menos, como no le interesa la infancia en general. Un sector que solamente reporta gastos, problemas y preocupaciones, pero no reportan pecunia, porque no pagan impuestos, y encima tampoco aportan votos, porque son gente pequeña. Y esto lo hemos visto hasta la saciedad en este último año de pandemia, cómo los niños y niñas han sido de lejos el sector poblacional más abandonado por los dirigentes, junto a los grandes mayores.

Si Papá Estado no funciona, si no pone el foco en los más pequeños, en fomentar y cuidar la natalidad a todos los niveles (vivimos en el país viejuner en el que vivimos, never forget…), y se rige siempre por el más recalcitrante de los cortoplacismos, el tejido empresarial tampoco se va a quedar a la zaga. Si desde arriba no hay apoyo ni interés real, el Patrón seguirá repitiendo los mismo patrones que hasta ahora: fomentar y aprovecharse de las desigualdades y la precariedad, de los resquicios culturales mohosos heredados, y arrinconando como siempre la labor de los cuidados de los asalariados bajo su manto. Criar, cuidar, maternar, paternar… Estos términos seguirán siendo un lastre para los que manejan y controlan y deciden mayoritariamente sobre nuestra pasta. Seguirán siendo simples piedras en su camino de hacerse cada vez más y más adinerados.

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Y de nuevo, todo seguirá igual. Plus ça change plus c’est la même chose, que dicen nuestros vecinos franceses.

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Urge un cambio de mentalidad INTEGRAL. Urge más educación social. Más educación masculina dirigida en recuperar el valor hacia los cuidados y la intendencia doméstica desde un punto de vista global, y no desde el meramente económico y de proveedor. Urgen cambios de modelos. Y mientras llegan estos cambios, puestos a aparcar el sueño utópico de un Estado perfecto que haga ¡chás! y aparezca a tu lado, y coloque todo en su sitio de la noche a la mañana (lo cual sabemos que no va a ocurrir jamás), hay pequeños o grandes pasos previos que se pueden ir dando en una dirección más o menos acertada, más o menos positiva, y que a día de hoy, seguramente es todo lo más a lo que podemos aspirar. Pasos como esta nueva ley, por ejemplo. Que posibilite llegar a lo otro, un día soñado de estos. ¿Por qué no?

¿Esta nueva ley es lo ideal, o justa? No, no lo es. ¿Es lo prioritario ahora mismo, o debería haberse aumentado el permiso de maternidad? Pues aquí que cada uno decida, porque como digo, yo creo que eso se debería haber resuelto ya hace tiempo. Pero a poco que me aprietes, te diré que aumentar el permiso por maternidad debería haber sido prioritario, sí. ¿Es una ley buena, entonces? Sinceramente, en mi legítima confiada credulidad, sí. Creo que debería ser útil y eficaz para ir consiguiendo nuevos objetivos que deberían ser positivos para el conjunto de la ciudadanía. ¿Se podría haber hecho algo mejor? No me cabe la más mínima duda. ¿Hay que conformarse con esto y ya está? ¿Ya está todo hecho? Ni de puñetera coña.

Que no. Que hay que seguir reivindicando. No vale quedarse aquí.

Hay que conseguir poner el foco en la importancia de los cuidados, insisto. En implementar políticas que desarrollen un fomento de la natalidad real, integradora y con garantías. Devolver el foco a los ciudadanos y sus necesidades, y hacerlo de forma racional. Hay que conseguir implicar a los hombres en las responsabilidades que les corresponden, y comprometerles con el nuevo status que han adquirido implícitamente si estos se transforman luego en padres. Trabajar para lograr que las mujeres tomen de una vez las riendas de sus vidas de forma justa, lícita y activa, en igualdad y bajo unas mismas premisas, sean en el ámbito laboral, doméstico, o cualesquiera que sean. Que ellas reciban de una vez lo que en justicia necesitan y demandan.

Que queda todavía un mundo entero por hacer, por conseguir y por recorrer. Y ya que lo sabemos, pues sigamos caminando hacia él y sobre él, pero con la guardia en alto, con viento ligero, ojo avizor y paso firme. Porque, repito, yo QUIERO MÁS. Estos mínimos son todavía demasiado mínimos en muchas cosas, y sigue habiendo mucho por solucionar y por mejorar.

Lo que sí que os puedo decir, es que creo que esta nueva ley, pese a los errores que traiga ya de nacimiento bajo el brazo, no debería ser un nuevo techo sobre el que arrojar las mismas piedras furibundas de siempre, si se me permite la expresión. No digo que sea un gran techo, o ni siquiera que se haya colocado donde debiera, o cuando debiera, vale… Pero conviene recordar, todos y todas lo sabemos, que todavía hace mucho frío ahí afuera. Y hay mucha lluvia, con sus rayos y truenos y granizos. Y sí creo que este es un techo que puede ofrecer un buen cobijo a mucha gente que lo espera y que lo desea; que puede y debe ser útil, y que ojalá resulte todo lo beneficioso que puede llegar a ser, y que esas piedras que por fuerza hay que seguir arrojando, deberían redirigirse a otros muchos techos que todavía quedan por ahí, muros, paredes y cristales lamentables que todavía existen y que por supuesto, también merecen nuestra atención y nuestra fiera puntería, por injustos, caducos, vergonzosos, marginales y peligrosos.

Pero bueno… Qué sabré yo.

 

Esta entrada forma parte de la iniciativa de Papás Blogueros #12MESES12POSTS


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Comprar con bolsas reutilizables

Hace ya unos cuantos meses, llegó a mis oídos que existían unas bolsas reutilizables específicas para usar en la sección de frutas y verduras de nuestros supermercados.

-«¡Cómo…! ¿Que puedo ir a comprar sin tener que inundar mi casa cada vez que voy, con esas pequeñas y fastidiosas bolsitas finas y transparentes, que acaban siempre irremediablemente en la basura? Esto lo tengo que probar…»-

Dicho y hecho. Ya tenía el mejor auto-regalo de Reyes para este año que se me pudiera ocurrir. Bien fabricadas, para comprar a granel, de rejilla fina, ligeras, cómodas. Con un cierre de cordones. Perfectas para el uso que se especifica.

Hice mi pedido: Me llegaron a casa, y me lancé a hacer mi primera compra con ellas. Porque creo que nos toca hacer algo. Y que hay que hacerlo ya. Creo en que un mundo mejor para todos es posible. Creo en arrimar el hombro. Creo en el compromiso personal. Creo en una cuota mínima de responsabilidad y conciencia social. Creo en la solidaridad. Creo en el ejemplo. Creo en la acción. Creo en el poder milagroso de la gente. Creo que el mundo, nosotros, tenemos que cambiar. Y me lancé a la calle carrito en mano a hacer eso mismo. A realizar mi pequeño gesto cotidiano con mis bolsas.

Yo suelo alternar nuestras compras entre el mercadito de la galería de alimentación de mi barrio, y el híper del centro comercial de mi barrio. Y ese día me acerqué al híper: un Carrefour. Realmente fui contento a hacer la compra. Entré, seleccioné mis artículos, los metí en las bolsas, y me acerqué, muy ufano yo, hacia la zona de pesaje donde está el frutero con las básculas. Llegué, miró aquello… Y mi gozo en un pozo, y la primera puñalada, en la frente: ¡no me dejaba usar mis bolsas! -«Es política de empresa, lo siento mucho…»- Me comentaba resumiendo entre sorprendido y apesadumbrado el hombre.

Yo no entendía nada y me pilló a contrapié, pero tuve que aceptarlo, claro. Me cambió la compra a sus propias bolsas, y me fui con las orejas gachas y la música a otra parte. Yo pensaba: -«Qué absurdo… ¿Cómo puede ser? ¡No tiene ni pies ni cabeza…!»-

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Y es que no entendía aquel contrasentido. No entendía la hipocresía encerrada en aquella negativa; en aquella política de empresa.

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No comprendía cómo podía ser que en esa cadena, en línea de caja, te invitan y animan a llevar tus propias bolsas de casa, y de hecho, te penalizan si no la llevas, ya que si pides las suyas te hacen pagarlas, y a la vez, dentro del establecimiento, en la sección de frutería, te prohíben hacer eso mismo, y te obligan a utilizar sus bolsitas. ¿Quién podía entender eso? ¿Qué política medioambiental es esa? ¿Cómo pueden alardear de innovadores y de favorecer un comercio sostenible con este ejemplo de mierda? No entendí aquello.

Cómo poner la etiqueta en una bolsa reutilizable

El gran problema de las bolsitas de plástico donde metemos las frutas y verduras del súper, o de cualquier pequeño comercio, ya puestos, tal y como yo lo veo, es múltiple: por un lado, no son de plástico ecológico o biodegradable (como sí son algunas supuestas bolsas más modernas, fabricadas a partir de fécula de patata, por ejemplo).

Tienen también una vida útil real ínfima, consistente en lo que dura el trayecto de la tienda hasta tu casa, ya que no se suelen reutilizar y suelen romperse para abrirse, porque quitar el nudo o la etiqueta suele dar mucho trabajo o se rompen al hacerlo, al ser tan finas. No son útiles.

Y por último, no son como una bolsa grande de línea de caja, en la cual puedes meter muchos artículos a la vez, sino que aquí, cada artículo concreto debe ir, por cuestión de precio, en su propia bolsa, de tal manera que si compras un pimiento, una manzana, una pera, dos tomates y un pepino, debes por fuerza, utilizar cinco bolsitas diferentes. Que van a ir directas al cubo nada más entrar en casa.

¿Os hacéis una idea de la cantidad de basura generada a lo tonto, que significa eso? ¿La cantidad de plástico prácticamente inútil que puede salir de un híper grande, como puede ser el Carrefour de turno de mi barrio, o del tuyo, cada día de cada semana de cada mes? Ahora extrapola y piensa en todos los híper, supermercados o pequeños comercios de barrio que hay por todo el país, utilizando el mismo sistema. Por no hablar también de sus primos hermanos, los guantecitos de plástico o las bandejitas de pvc, claro. También usadas últimamente en pescadería y carnicería, en muchos establecimientos, por cierto.

Aquel día no pude hacer nada a la respecto, pero salí de allí teniendo una cosa clara, y es el gran acierto y el gran regalo de esta historia. Yo tenía claro que quería usar mis bolsas. Por tanto, no sabía si volvería a ir a comprar allí. Y no sabía si cambiaría en algo el parecer de ese establecimiento, pero yo debía y quería dejar reflejado mi malestar por escrito; quería que alguien, el responsable de turno de allí, se diera cuenta de que todo aquello ESTABA MAL. Que hay algo contradictorio en todo esto. Quería dejar constancia de ello.

Y así he hecho unos días después. Resumiendo, me acerqué a información, y expuse allí lo que me ocurrió. Quería que alguien me lo explicara, y me ofrecieron una hoja para anotar la sugerencia. Pero además, la chica que me atendió, muy amable, me dijo que esperara, que iba a intentar localizar a la jefa de la sección de frutería, para preguntar directamente.

¿Y qué ocurrió? Que la localizó. Que hablaron por teléfono, y que llegaron a una conclusión: el único inconveniente que encontraban era el detalle de poner la etiqueta del peso/precio en la bolsa, ya que debe quedar bien cerrada y sin posibilidad de abrirse. Y que si yo no tenía inconveniente en que se pusiera la etiqueta, que podría pasar con ellas y utilizarlas sin problema.

¡Victoria! ¿Cómo me iba a suponer eso un problema? ¡Si las bolsas vienen perfectamente adaptadas para poder hacer eso! ¡No hay problema ninguno!

Así que el final anticipado de este pequeño drama doméstico, ya os imagináis cuál es. Al día siguiente, volví a entrar. Antes de pasar, me acerqué de nuevo a información, enseñé mis bolsas reutilizables a la responsable que andaba por allí (quedé en hacer eso cuando salí la vez anterior, que no quería más sorpresas), y me acerqué a la frutería. Antes de llenar nada, me acerqué a hablar con el mismo chico de la otra vez, el de las básculas, y le conté el percal:

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-«Oye… Buenas. Soy el plasta del otro día, el de las bolsas reutilizables. Que me han dado el visto bueno para poder usarlas…»-

-«Pues a mí nadie me ha dicho nada… Espera un segundo que voy a verificar con la supervisora, y ahora vuelvo…»-

-«Genial. Tranquilo, que aquí te espero…»- 

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Y volvió. Con un OK perfecto. Y de allí que me fui con la mayor de mis sonrisas, cargando con mi compra en mis flamantes bolsas reutilizables.

yo, con mi primera compra con bolsas de frutería reutilizables en Carrefour.

Como colofón, apenas unos días después probé también en la frutería del mercadito de mi barrio. Allí, como era de esperar, no solamente no me pusieron traba alguna, sino que los mismos empleados alucinaron bastante con las bolsas. Les hicieron fotos, me preguntaron, y me dijeron que se las enseñarían a su jefe, y que ellos mismos comprarían estas bolsas. (Ya no sé si a nivel particular, o con el ánimo de tener una remesa en la tienda y revenderlas a sus clientes, la verdad).

El caso es que ambos fueron momentos de esos en que parece que los astros se alinean y en los que piensas que por una vez, todo cobra sentido. Que leer, que escuchar, que escribir, que actuar, que tener fe en lo que haces, funciona. Que sabes que estás haciendo lo correcto, que vas por el buen camino y que lo que haces realmente sí que marca una diferencia.

Que un gigante del comercio multinacional como Carrefour se pliegue a tus justas demandas y aprenda de sus fallos. Que un pequeño comercio abra los ojos y conozca nuevas formas de ofrecer sus productos. Que tú, con un simple gesto, aportando el tan famoso granito de arena, puedas ayudar a cambiar el paradigma de consumo masivo de esta sociedad, intentando acercarte a un modelo más sostenible, justo, racional y amable con el medio ambiente… Eso, como diría el famoso anuncio, NO TIENE PRECIO. Oye, que todavía me dura el subidón. 

Quiero dar gracias desde aquí al personal del Carrefour de mi barrio, que en mi caso concreto, hablando, con educación, criterio y buen hacer, dieron la vuelta a esta rocambolesca situación, al igual que quiero agradecer hasta el infinito a las chicas de la tienda Usar Y Reusar, por enseñarnos y mostrarnos que otro camino y otra forma de consumir, es posible.

Volveré, por lo tanto. Seguiré comprando con mis bolsas reutilizables de frutería allá por donde vaya. Que todos los fruteros del barrio me conozcan, y que alguno de los que pasen a mi vera me vean, y se animen a preguntarme. Ojalá muchos lo hagan, y tenga que contarlo muchas veces. Y que el ejemplo cunda y se expanda entre la gente como balsa de aceite. Los primeros, por cierto, en mis hijos y mi familia.

Moraleja:

Aprende. Reclama. Habla. Actúa. Muévete. Insiste.

Si lo intentas, a lo mejor te sorprende lo que puedes conseguir. Y no pierdes nada por hacerlo. 

 

PD: por cierto… Visto el éxito, creo que voy a necesitar algunas bolsitas más. ;P


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Para el resto de tu vida, y más allá

NIVEL A – SUPERVIVENCIA DIARIA

Madrugas. Te vas apañando rápido con tus cosas, y despiertas a la prole. ¿Leche? Puesta… ¿Tostadas, galletas? En la mesa… -“¡Veeeenga, espabilad, que se os pegan las sábanas…!”- Su ropa, colocada. Muda preparada. ¿Apaños para el bocata del recreo? Vale. Los tienes, así que al lío, mientras uno devora y el otro sigue moscas con la mirada… Las dichosas zapatillas; -«Dame que te peine esos malos pelos, ¡y tú ve llamando el ascensor mientras cogemos el carrito, y zumbando para el cole…! ¿Se me olvida algo? Bueno, da igual…”-

5 pm. A por los enanos al cole. Un poco de parque; quizás alguna extraescolar. Vas a aprovechar a acercarte a la frutería, que no os quedan mandarinas y ya de paso miras algo para cenar en la pescadería, y ellos mientras, como ya hace frío, suben a casa. Llegas; recoges la compra. -“Tú baño, yo cena, va…”-. El reloj y un bendito jaleo deciden jurarse amor eterno, y para cuando te quieres dar cuenta estás con el dientes-pijama-y-a-la-cama, y el cuento que habéis pillado de la biblioteca, bajo tu brazo. -“Hoy no quieres ese, y quieres el tostón de princesas rosas de siempre… Bueno, da igual…”-

Bendito silencio, solamente roto por algún cabezazo furtivo de sofá… cuando alguno os lo podéis permitir. Recoges la cocina, hecha un asquito, que ahora tienes que prepararte la comida de mañana y plancharte ese pantalón, venga. Bueno, de eso pasas; total, no está tan supremamente arrugado. Prefieres ducharte. O mejor, mañana cuando te levantes… ¡Sí,  eso! Que hoy no hay cuerpo ya. Y la oscuridad conquista de nuevo tus párpados, haciendo inútiles los duros esfuerzos que tus manos hacen por sostener ese libro que cae irremediablemente a plomo entre los pliegues de las sábanas. -“Así no lo acabaré en la vida… Bueno, da igualzzzz… zzz…”-

NIVEL B – MUNDANO SEMANAL

Echas mano del bote de los bolis; al quinto que pruebas das con el bueno, con el que pinta. El post-it de papel se va llenando con palabras precedidas de guiones: – Suavizante – Latas – 18 litros de leche – Pasta de dientes – Huevos – Pan de molde – ¡Bolsas de la aspiradora! ¡Muy importante! -“¿Qué más…? ¡Jabón Lagarto, eso…!”- Papel del Walter – Limones – Champú Baby Care Jarenagüer, que está de oferta… -“¿Llevo pasta fresca, o mejor compro masa de hojaldre…? Bueno, da igual…”-

En el chino de al lado resulta que no tienen esa Goma Eva del color que necesitas para la tarea del cole. Este finde toca con los abuelos el sábado, pero tendrá que ser breve, porque hay que preparar el disfraz para la fiesta de cumple de Pepín, que es el domingo, ya que el viernes tarde ya lo tendrás echado porque hay que cortarle ese flequillo que ya parece una cortina. -“¿Sólo tienes hueco para las 6:30, hijamía…? Bueno, da igual…”-

NIVEL C – MENSUALMENTE PLAUSIBLE

Te echas las manos a la cabeza… -“¡Este mes toca el numerito del coche, ITV, IBI, y la cita con el dentista, más tres cumpleaños y una boda! ¡Cojonudo!”- A la vez que abres la web virtual de tu banco, en otra pestaña andas revisando el número del sorteo de los ciegos de anoche. -“¡Perra suerte…! Bueno, da igual…”-

El plan del finde que viene es salir de tiendas, porque los enanos no entran ya en esos pantalones y tienen las zapas con medio dedo por fuera, casi. Ellos crecen por momentos, y no, no esperan a las rebajas. Además, ese abrigo está hecho un asco, ya de paso. -“El mío también, así que lo mismo podría… No sé… …Bueno, da igual…”-

NIVEL D – TRIMESTRALMENTE PILLADO

O pillas ese vuelo ya, o sabes que lo vas a lamentar. Y más te vale reservar ese apartamento, porque sabes que luego vuelan. Que los descuentos, multiplicados por toda la panda, es un buen pico, a lo tonto. Aquella cena con ex compañeros para fin de año va sin novedades, y por fin has renovado en el último momento las clases de pintura para el resto del trimestre, así que lo del enano está cubierto por ese lado. Y como has domiciliado por fin, lo de la natación, es otro quebradero menos de cabeza. -“Para febrero o marzo, deberíamos gastar ese finde romántico de regalo, ¿no? Aunque lo mismo en mayo lo aprovechamos mejor, que hará mejor tiempo… O para junio, quizás. …Bueno, da igual.”-

NIVEL E – ANUALMENTE COMPRENSIBLE

Entras en su habitación y ves que algo no cuadra. Todo parece pequeño, y caes en que antes o después habrá que cambiarles la cama; que ponerles una mesa de estudio y quitar la lámpara de nubecillas de colorines y poner flexos más funcionales. En el coche ya no cabéis y este es el verano en que volarán libres de vuestras alas en su primera quincena por ahí, de campamento. -“O a lo mejor al mayor lo mandamos al extranjero, jeje… Bueno, da igual…”-

 

Todo esto son ejemplos sencillos en que bien o mal podemos vernos reflejados cada uno de nosotros en un momento dado, supongo. Estados diversos en los que estructuramos nuestra vida, en función de las necesidades que nos arrojamos, de cara a nuestros hijos y nuestra familia, expuestos en orden de «prioridad». Pero he encontrado un nivel más… Un nivel más profundo, un nivel que va más allá…

NIVEL F – PARA TODA LA VIDA

¿Estás haciendo algo para asegurar su futuro? ¿Tienes asegurado el sustento de tu familia para los próximos… X años? ¿Tiene tu familia la capacidad de seguir adelante, si algún día te ocurriera algún tipo de problema? ¿Qué sucedería con los críos si se produce una ruptura entre tu madre (o pareja) y tú? ¿En qué situación os quedaríais cada uno? ¿Y en qué situación se quedarían vuestros pequeños, si alguna vez les faltasen sus padres el día de mañana, y siguen siendo menores de edad…?

-“…Bueno… DA IGUAL”-

…¿¿Da igual?? Pues igual no. A lo mejor, NO da igual. A lo mejor, tus tareas cotidianas, las más inmediatas, te tienen tan comprensiblemente centrado y ocupado, o centrada y ocupada, que no te paras a pensar en lo primero en lo que pensaste cuando quisiste traer un bebé a este mundo:

-“YA NO HAY VUELTA ATRÁS. ES UN BEBÉ. Y VA A SER MI HIJO O MI HIJA… PARA SIEMPRE”-

yo, con cara de estar pensando cosas serias.

Porque a lo mejor… (y esto ya es un criterio personal), deberíamos pensar no solamente en lo inmediato, en lo que toca ya… Esta tarde; esta noche. O mañana, o en esta semana o en este mes. En ir sorteando los baches más inmediatos que se nos presentan, y ya está, vaya. Quizás, como padres supuestamente responsables, deberíamos tener siempre presente que el regalo que decidimos hacer a este mundo, ese acto de amor encarnado, que es nuestro hijo o hija, requiere por nuestra parte el hacer unos deberes que no siempre son agradables de hacer, o sobre los que pensar. De esos que nos dan pereza vital. De esos que parece que son eternamente aplazables, porque uno nunca ve el momento de ponerse con… aquello; con los reyes del… -«Sí; debería…»-

Abrir un fondo para los futuros estudios de los hijos. O revisar o crearte un buen seguro de vida que permita a tu familia quedar bien cubiertos, quizás…

Jamás, cuando era más joven, pensé o me planteé la idea de que alguna vez haría testamento.

Pues bien… La semana pasada, con 38 años, lo hice. Lo hicimos. Churri y yo. Y me sentí… extrañamente bien.

Porque las cosas… pasan. Un accidente de tráfico, o laboral. Una enfermedad fulminante. Un atropello. El tarado de turno con una bomba; o simplemente con una navaja bajo la mano y un mono de caballo bajo el pecho. Una maceta perdida de una cornisa en un día de viento…

Esa, esa es la lotería que nadie quiere, pero que estamos hartos de ver en la tele o por el barrio, que también va tocando por ahí… Y cuando eres consciente y sumas el “que eso también te puede pasar a ti”, con “el ahora que tienes bocas pequeñas a tu cargo”, el resultado hace que la película cambie totalmente.

Porque efectivamente, ejercitar la paternidad de una manera seria e implicada, trae consigo el hecho de que te convertirás de la noche a la mañana en alguien que ya está mirando más allá de su propio obligo, y más allá del día de hoy. «Cuidado», «previsión», «responsabilidad», «planificación», «regularización», «estabilidad», «seguridad»… Palabras que podrían provocar una buena urticaria en un atolondrado adolescente, empiezan sin embargo a resonar poco a poco como un martillo en la cabeza de ese adulto auténtico en que te has convertido de un plumazo cuando tienes un crío.

Porque tener hijos va más allá de cambiar un pañal o dos. Va más allá de si le doy seis galletas Chiquilín, o rebanada y media de pan de molde con mantequilla y mermelada de ciruela. Va más allá de si le compro el patinete o si le llevo a trotar por las peñas del monte del pueblo de al lado. Va más allá de si hago la lista de la compra para toda la semana, o le renuevo el armario para la temporada de invierno, porque lo del año anterior ya le quedó pequeño…

Tener hijos es un plan a ejecutar para el resto de tu vida… y más allá. Es como una lata de sardinas que, una vez abierta, ya no puedes volver a cerrar. Y es algo en lo que deberás trabajar, más allá de los niveles A, B, C o D, también a medio, y también a largo plazo. A larguííííísimo plazo. Tan largo será el plazo, que si haces las cosas como deberías, seguramente sigas interviniendo en este juego aunque ya estés fuera del tablero. ¿Has pensado en una mínima estabilidad económica eventual para un futuro? ¿En el mejor tutor legal posible acorde a vuestros deseos y expectativas…?

Porque a veces, hay deberes que NOS TOCA hacer, por incómodos, ásperos, coñazos o tabúes que nos resulten. Porque a veces… solamente, a veces, las cosas NO deberían darnos igual. Hay «daiguales» que quizás no nos deberíamos permitir aplazar eternamente. ¿No es así…? O eso creo, actualmente.

Así que, dime… ¿Tienes los deberes hechos, o también eres de los de…”-Bueno… Ya lo haremos, que DA IGUAL”-.