Y yo con estas barbas

Relatos sobre mis experiencias y expectativas como padre novato


15 comentarios

Se acabó lo que se daba… (o: «fin de la lactancia materna»)

No tenía yo previsto ponerme a reflexionar hoy sobre esto…

Hay una cosa de la que siempre he sido consciente desde que tengo memoria: la certeza del paso del tiempo. Ya desde que era bien pequeño… desde niño, siempre vengo pensando que esto de la vida… pasa demasiado rápido. Esto es así… y punto.

Ignoro si está tipificado como tal, como patología, o síndrome o como sea, dentro del mundillo de la psicología… pero creo que lo llaman síndrome de Peter Pan. Pues eso me ha pasado a mi desde siempre. Yo, desde que era muy pequeño… NO QUERÍA CRECER. ¡Que no y que no, carajo!

Salvo momentos o épocas muy concretas (que también recuerdo…), siempre he tenido el pensamiento de que crecer, hacerme adulto, hacerme mayor… no era lo mío. Y de hecho, frente una de estas preguntas tan recurrentes en conversaciones de bar en plan petí comité, que es la de: -«¿Y para ti, cuál ha sido la etapa de tu vida que más te ha marcado o que recuerdas con más cariño, hasta el momento…?»-, mi respuesta siempre ha sido la misma: ni universidad, ni instituto, ni gaitas desafinadas… el COLEGIO. Que se vivía de puta madre.

Os diré más… Ya en el instituto, los sonetos de Quevedo relativos a la frustración sobre el inexorable paso del tiempo y la noción de la brevedad de la vida humana, me dejaron ojiplático perdío; totalmente identificado yo con aquello, oiga… Y se me quedaron particularmente grabados:

 

    Miré los muros de la patria mía,

si un tiempo fuertes, ya desmoronados,

de la carrera de la edad cansados,

por quien caduca ya su valentía.

    Salíme al campo: vi que el sol bebía

los arroyos del yelo desatados,

y del monte quejosos los ganados,

que con sombras hurtó su luz al día.

    Entré en mi casa; vi que, amancillada,

de mi anciana habitación era despojos;

mi báculo, más corvo y menos fuerte;

    vencida de la edad sentí mi espada.

Y no hallé cosa en qué poner los ojos

que no fuese recuerdo de la muerte.

 

Pues si toda la vida me ha traído un poco de cabeza este tema… ya ni os cuento desde que soy padre. Dicen que no es uno el que envejece como tal… sino que son los hijos los que le van haciendo viejo a uno. Pues eso… Y con mi Lechoncilla, es que lo voy viviendo cada día en mis carnacas.

Realmente luego no es tan radical, vale… Pero claro… los cambios que va sufriendo un bebé durante el primer año, son tantos y tan grandes… que a veces es que te quedas directamente patidifuso.

 

Yo, con pinta de Quevedo.

Churri hace ya cinco noches que no le da el pecho a la niña. Y esto tiene dos lecturas…

La buena. 

La transición ha sido todo lo buena y natural que uno pudiera desear, llegados a este momento… desde mi punto de vista. En estos últimos meses, desde los cinco hasta los nueve cumplidos ayer, la introducción de la alimentación complementaria unida al ir a la escuela infantil, han dictado sentencia. A medida que ha empezado a comer otra serie de cosas, ha ido demandando cada vez menos el pecho. Primero quitas una toma, luego otra, luego otra… que si vaaaa… me aburro y lloro por no sé qué… Pues bueno, pues venga un chupito de teta, por si acaso… Pues venga, me viene bien, ahora que acabo de soltar el sonajero… Total, cuando quieres darte cuenta, hace ya muchas semanas que únicamente tomaba el pecho de madrugada…

Pero ya ni siquiera. Ya no lo pide. Ya no se despierta. Tetica rica de mamá… me temo que ya no haces falta. Adiós. Gud bai. Aufidersen. Ha sido muy bonito mientras duró. Solamente falta que Churri no sufra de mastitis ni coñas de estas -que no parece…- y ya está. S’acabó.

Hay niños que se tiran años lactando de sus madres… y me parece genial. Y también los hay que apenas duraron unas pocas semanas… o incluso que jamás probaron la leche de mami. Creo que mi niña ha tenido su ciclo… un buen ciclo. Pues bien, y fin del episodio.

Y luego está Churri… que recupera en parte algo de su propio cuerpo… y ya de paso, horas de sueño nocturno.

La mala.

Esta niña va creciendo tan rápido, que a veces me da un poco de vértigo. Es algo positivo, objetivamente hablando, claro… pero es otro pequeño vínculo con su «yo» bebé, que desaparece. La sensación es de que todo va demasiado deprisa… No me asustan los cambios en absoluto (incluso a veces desearía que ya fuera más mayor), pero para un tío paciente, tranquilo, pachorrón y piterpanesco como yo… este estado de permanente estirón a veces es algo pelín perturbador.

Además… soy un ferviente creyente de las ventajas de la lactancia materna… y me da mucha pena que se vea privada de algunos de sus beneficios. Pero no soy yo quién ofrece su pecho, sino su madre, claro. Es un vínculo único y especial que pierde… Para mi es fácil a veces pensar: -«Si fuera yo quién diera el pecho… aguantaría mucho más…»-, pero luego lo pienso mejor… Veo tantos casos de chicas, de mujeres que lo dejan tan pronto, que creo que haber llegado hasta los nueve meses es un enooooooorme triunfo para nosotros en general, y para Churri en especial.

En cualquier caso, es algo que me ha venido a la mente este fin de semana. Otro pasito más, hija mía… Te me vas haciendo mayor a pasos agigantados y esto no hay quién lo pare… El acojonao de tu padre tendrá que aguantarse con su vértigo vital, porque no hay más remedio.

Aunque a veces parezca que se asuste, lechona mía, tu padre en realidad es un menda que tiene los pies en el suelo, y por dentro realmente se alegra de verte tan sana, tan grande, tan feliz, y de que todo te vaya tan bien hasta ahora.

Que eso es lo que verdaderamente importa.

¿Cómo fue el «destete» en vuestro caso…?

(PD: he revisado en Interntet… -¡Cómo no!- y lo del síndrome de Peter Pan existe, más o menos, pero es mucho más jevi que lo mío. Nivel Michael Jackson, como poco…)


14 comentarios

De… «cositas» en la boca.

Viñeta 01.
Viñeta 02.
Viñeta 03.
Viñeta 04.
Viñeta 05.
Viñeta 06.
Viñeta 07.
Viñeta 08.
Viñeta 09.

Jejejeje… De coña, ¿no…? Pues la peli ha continuado esta semana, y el final ya os lo relato: que si puede ser… que a veces es frecuente después de tomar antibióticos, que si se quitan los juguetes unos a otros y lo van chupando todo por ahí… que si Patatín, que si Patatán…  Primero, es que desde ese día, compramos un cepillín especial para la boca (que a las mentes malpensantes ni os haría falta deciros que es un chisme que podría colarse perfectamente entre las estanterías de artículos delux de una tienda de productos eroticofestivos… ¡Una cosaaaa… una ingenieríaaa…!), y ahí andamos comiéndonos el tarro para ver cómo co… hacemos para que la niña se deje menear el bujero bucal con el dichoso palito bicarbonatado. En fin…

Luego, la niña está con los dientes estos días, más rabiosa que un Gualquin Ded sin cerebros frescos, con sus picos de fiebre y demás… sus mocuelos… vamos, lo típico. Y durante el finde se andaba tocando la orejilla (-«¿Pero no se te había quitado ya la otitis, cariño…?»-) Así que el martes, ponemos una nota a las chicas de la escuela para que la mire el médico que pasa por allí cada semana, y que así nos la mire con su ojo clínico

…¡¡¡Pues al final…que la niña SÍ TIENE HONGOS EN LA BOCA!!! ¡¡¡TÓCATE LOS PIES, MARI PEPA!!! Y que lo del bicarbonato, es para EVITAR que salgan hongos… no para eliminarnos. Que lo que hay que darle es con un gel…

En fin… que esto me parece un carrusel… que ni el Deportivo de la SER.  ¡¡Muy fuerte, oigan…!! Y yo les pregunto, queridos parroquianos y parroquianas… Desde mi plena ignorancia primeriza…

… esto es normal, ¿VERDAD…?