Y yo con estas barbas

Relatos sobre mis experiencias y expectativas como padre novato

El anillo de mi amigo Carlos

6 comentarios

Hay cosas que por mucho que pase el tiempo, parecen no cambiar. Cosas que se repiten. Cosas por las que pasamos este, aquel y el de más allá. Cosas que nos resuenan en la cabeza, por haberlas vivido ya en otros. Cosas que nos sirven de puente, y que de alguna manera, nos van conectando. Dejavús. Defectos en Matrix, o como lo quieras llamar. Sentimos ecos que no son sino reflejo de lo que a otro le pasó antes, y aquello que en su día observaste de lejos, te vuelve hoy de rebote como diciendo: -«¡Hey, que ahora vamos contigo, venga…!»-

Hace un rato, antes de comer, mi hijo pequeño estaba jugando con una pequeña linterna led. Es muy pequeña; apenas un juguetito. De hecho, es un remanente de muchas iguales, de colorines, que llegaron a casa hace ya año y pico como parte de un lote de detallitos chorras para repartir en la clase el día del cumpleaños. Una party bag de estas tan de moda, ya sabéis.

El caso es que la linterna lleva una gomita incorporada, lo que hace que te la puedas poner en un dedo, a modo de anillo. Ahora claro, imaginaos a un crío con cinco de estas en una mano, los dedos llenos, en una habitación medio oscura. La party, vamos. Un nuevo Jean Michel Jarre. O sea… Para eso son.

Y luego está lo otro… Que esta es de color verde. Y claro. Ahí tenemos al niño, danzando por casa con su anillo, todo flipado gritando aquello de… -«¡Soy Linterna Verdeeeee…! ¡FIUUUU… FIUUU… CHASSSSS!»- (Signifiquen lo que signifiquen esos fiufíus y esos chaschás).

Y he aquí, que entro de repente en una sensación curiosa… Extraña… De estar viviendo una situación que ya he vivido antes. Y no es una situación que viviera yo de pequeño, porque yo no era fan del bueno de Linterna Verde siendo tan pequeñito. Era más bien de acordarme de algo…

Lo que se me estaba viniendo a la memoria era ni más ni menos que una increíble experiencia, humana y lectora, que viví a través de las palabras que nos dejaba mi querido amigo Carlos, en una entrada de su blog, hace ya unos cuantos años. Yo había empezado con este blog ese mismo año, pocos meses antes, y en aquella época estaba a la caza y captura incesante de otros blogs sobre experiencias de paternidad que me llamasen la atención. Y el blog de Carlos, sus experiencias, su manera de narrar, me cautivaron desde el primer momento como un flechazo, como pocos blogs lo han vuelto a hacer.

Y de allí surgió una historia muy linda… Una pequeña llamada de auxilio que caló fuerte, que nos conquistó a muchos por la ternura que había detrás. Por la seria implicación que escondía. Carlos nos contó la historia del anillo de Linterna Verde de su hijo Martí. Un anillo de juguete muy chulo que compró para él. De cómo el crío se sintió engañado al volver del primer día de colegio, porque aquel añillo en realidad no tenía poderes, y de cómo la salida que encontró su padre para remediar, para intentar aliviar algo de esa pequeña tragedia familiar, fue echar mano de la gente que estábamos ahí, al otro lado, leyendo, escuchando ese eco de S.O.S., para mandarle algunas palabrillas al chaval… Un ánimo, una pizca de esperanza que reinflase quizás ese saco de ilusión que horas antes había estado lleno a rebosar, y ahora estaba desinflado por completo, pisoteado y por los suelos. Y la gente, los que leímos aquella historia, muchos, respondimos. Aquello nos caló. Le inundamos a mensajes…

————————————————————

-«¡Hey, Martí! ¡En serio, chico…! La magia existe, créeme. Yo la veo a diario…»-

-«Hay un poder especial en ese anillo, de verdad. Ya lo verás un día de estos…»-

Y cosas similares. Mensajes de ánimo, de cariño…

————————————————————

Todo esto nos lo relató Carlos en aquel momento, y sigue siendo una de las historias cotidianas más bonitas que recuerdo haberle leído a nadie en todos estos años, la verdad. Si no lo hiciste en su día, párate un momento a hacerlo, y bucea unos minutos en aquella historia, que no te arrepentirás.

Hoy me he vuelto a acordar de ella, al ver a mi pequeño corretear y disfrutar por la casa con su pequeña linterna verde. Mi pequeño, que tiene una edad cercana a la que tendría el pequeño Martí por aquel entonces. Pienso en que de alguna manera, me está tocando hoy a mí vivir lo que él vivió ya con su hijo hace unos pocos años. Misma situación. Mismos personajes. Estoy retomando aquella historia por la que pasó él, y por la que pasarían otros tantos antes que él.

Y por ello pienso en las conexiones. Las conexiones que nos unen. A ti y a mí. Lo que yo te leo. Lo que tú me cuentas. Lo que aprendo de ti. Lo que yo pueda enseñar (quizás…) a los demás. Y oye… Mola. Eso siempre ha molado. Somos pequeños cómplices y partícipes de las historias que leemos, escuchamos y compartimos. Porque al final, se trata de eso. Aprender. Y enseñar. Conectarnos. Expresarnos. Y que esa rueda no se pare nunca.

Está bien recordar esto de vez en cuando, en la era de la escalada del odio, la angustia, la pose, los jeiters y la desinformación de las redes. Que no se nos olvide que las redes, como redes que son, y estén construidas por el hilo de que estén construidas, son en esencia ese vehículo de traspaso de información por el cual siguen colándose en nuestras casas, las más bellas, tiernas, válidas, provechosas e interesantes historias.

Historias como las de una pequeña linterna led de luz verde.

(Por cierto… ¿Qué tendrá el puñetero Linterna Verde, eh…? Supongo, que un pedazo de anillo que mola todo un universo.)

El juramento de Linterna Verde

Autor: ¡Y yo con estas barbas!

Ilustrador, diseñador y orgulloso nuevo papá de una lechona linda como la brisa del mar... Ando en constante diálogo con el día a día, persiguiendo a esa esquiva, la plena felicidad.

6 pensamientos en “El anillo de mi amigo Carlos

  1. Preciosa historia esta tuya y es que al final muchas cosas nos vuelven, cuidémonos unos a otros y rememos en la misma dirección, en el mundo virtual y en el real.
    No te conocía y me encanta tu blog, tu manera de escribir tan divertida y sincera. Ojalá que encuentres ratitos e historias para seguir escribiendo, tus hijos, cuando te lean a la vuelta de unos años, lo disfrutarán!

    Le gusta a 1 persona

    • ¡¡Muchísimas gracias, Maribel!! Comentarios como el tuyo me emocionan y me alegran el día… ¡Y la semana! La verdad es que por diversas causas con el blog voy a trompicones y a golpes de excepción. Me puedo tirar meses sin escribir, y a lo mejor engancho un mes que me da por sacar dos o tres post casi seguidos. Pero bueno, uno de mis propósitos de este año (que espero cumplir…) es poner de nuevo en marcha esta pequeña casa, y volverla a mover y actualizarla como se merece, porque me ha dado muchas satisfacciones estos años, y me gustaría que siguiera siendo así.
      Sin duda, tengo que seguir buscando esos ratitos, como dices, para poder sentarme y seguir compartiendo estas cosas con gente tan estupenda y agradecida como tú.
      ¡Nos leemos pues, venga, que seguiré por aquí! ¡Cuídate! 😉

      Me gusta

  2. La magia de las conexiones. Y sobretodo la magia de las historias bonitas que se quedan ahí almacenadas en un rinconcito de nuestro ser. No soy yo muy fan de linterna verde pero ahora ya me gusta un poquito más. 😉

    Le gusta a 1 persona

    • ¿Leíste en su día aquella historia, Ceci…? Yo es que todavía la recuerdo perfectamente. Llevaba pocos meses leyendo a Carlos y aquello fue muy sonado. O yo lo viví así, vaya. Era una historia muy bonita. Y mira… Acabó hasta bien, podría decirse. Fue una de esas cosas que se te quedan, y de las que te enganchan a la persona que hay detrás, que es lo importante, y de lo que se trata, efectivamente. Y es que hoy, mira, con la tontería esta, me he acordado y me ha venido al pelo traerla de vuelta. 😉

      Le gusta a 1 persona

      • No tuve el placer, la verdad. Pero tal y como lo cuentas debió ser muy chulo ver cómo la gente os volcabais con la historia y como se fue creando esa magia. Si es que las redes sociales tienen una parte preciosa cuando se usan bien. ☺️🥰

        Le gusta a 1 persona

        • Pues sí, es eso, precisamente. Claro, imagínate el percal: un padre ahí preocupado, con la bajona después de poner toda su ilusión, intentando arreglar un conflicto generado sin comerlo ni berberlo, para que su hijo recupere la fe en la “magia”, y pidiendo ayuda a gente desconocida. Pues un flipe, te puedes imaginar. 😀

          Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.